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DE UNA  ECONOMÍA  DE  "CROMOS"  A UNA ECONOMÍA "CREATIVA"

 

 

Jesús Lizcano Alvarez

    Director de la revista Encuentros Multidisciplinares

Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Autónoma de Madrid

 

 

            Aún a riesgo de herir algunas susceptibilidades, pero con el claro deseo de fomentar debates y reflexiones en el terreno económico, vamos en este artículo a volver a cuestionar una parte de la ortodoxia imperante en este campo, y seguir proponiendo consecuentemente un cierto punto de bifurcación en algunos razonamientos económicos. Nos vamos a referir en esta ocasión a algo tan importante como es el Indice de la Bolsa, y más concretamente a la consideración que vamos a hacer aquí del mismo como un mero índice de precios.

 

Al igual que el precio del dinero, tampoco este índice de precios está considerado dentro del Indice de Precios de Consumo (IPC.), en este caso por considerarse la compra de activos financieros como una inversión, más que un consumo. No vamos a discutir ahora esta cuestión, aunque se nos ocurren diversos razonamientos colaterales a este respecto. A lo que sí nos vamos a referir aquí brevemente, en relación con este Indice de la Bolsa, es a la significación y utilización que tradicionalmente se viene haciendo del mismo en la doctrina económica.

 

            Sabido es que este Indice bursátil aparece y se utiliza constantemente en los análisis económicos ortodoxos como uno de los indicadores más importantes de la marcha de la economía de un país. Nosotros en cambio lo etiquetamos aquí como un simple índice de inflación en determinado área de la demanda global: el de los activos financieros. En este sentido, vamos a manifestar nuestros puntos de vista y el consiguiente cuestionamiento de la ortodoxia reinante, en forma de interrogantes, que dejamos abiertos, e incluso invitamos al lector a meditar sobre ellos:

 

            Primera pregunta: ¿No ocurrirá que si sube considerablemente y de forma sostenida el Indice de la Bolsa en un país, podrá ser debido, en vez de a la buena marcha de la economía real, a que hay un simple desplazamiento de la demanda hacia ese mercado de activos o mercancías financieras, en detrimento de las mercancías reales?. Así, si consideramos -algo grotescamente- el mercado de activos financieros como un "mercado de cromos": ¿No se tratará de que se "cotizan" mucho los pocos "cromos" existentes de esa colección?.

 

            Segunda pregunta: ¿No podrá deberse la subida de ese "índice de precios bursátil" a que desgraciadamente los demandantes, esto es, los ahorradores (personas físicas o jurídicas) no tienen una alternativa mejor en la que gastar sus ahorros o excedentes, y se ven abocados a pagar "lo que sea", o bien "todo que lo que se pida" por los cromos de esa "cole" (la Bolsa) independientemente  de lo que representen dichos cromos en términos reales?.

 

            Tercera pregunta: El hecho de que se esté canalizando una gran parte del ahorro a esta Economía financiera, esto es, a la compra directa de "cromos" (acciones, obligaciones, bonos, etc.), o bien a la compra por vía indirecta, esto es, la compra de "tickets de cromos" (fondos de inversión, fondos de pensiones, seguros garantizados, etc.). ¿No será un reflejo de la insuficiencia o ineficacia de la economía real, y de las correspondientes políticas económicas, para atraer esos ahorros o recursos hacia la producción de bienes y servicios (que es lo que realmente genera riqueza y empleo), en vez ser destinados a alimentar esa escalada en la demanda de "cromos" y esa inflación en el mercado financiero?.

 

            Cuarta pregunta: ¿No sería conveniente, e incluso urgente, que abandonando ese dogma de fe que es la bondad del aumento continuado del índice bursátil de un país, cambiara la política económica, y se dedicase a fomentar, por vías fiscales, laborales, o empresariales, una desviación y canalización de esos recursos, bien hacia la demanda de otros bienes reales (que sí tiran de la producción), o sobre todo hacia un aumento de la oferta productiva de bienes o de servicios, esto es, la creación de empresas?. Hasta ahora se viene primando fiscalmente en una escandalosa mayor medida la compra de cromos (planes de pensiones, acciones, fondos de inversión, etc.), esto es, la inversión financiera, perezosa y poco productiva, antes que la inversión en bienes de equipo, o la contratación de otros ciudadanos como trabajadores, etc.

 

A decir verdad, esta última opción se le ha puesto siempre bastante difícil y costosa al ciudadano, dado que para invertir o poner un negocio, ya desde el principio del proceso, tiene que abordar unos costes ingentes de complejidad, de tiempo, y de dinero, simplemente para abrir una empresa; no digamos ya para atreverse a contratar a otros ciudadanos, lo cual está castigado con unos impresionantes costes fijos: altas cargas sociales, altos costes de despido, etc., así como con unos muy escasos incentivos para reinvertir los posibles beneficios obtenidos. Ante esta situación, la inmensa mayor parte de los ciudadanos toma la decisión más sabia: Es mucho más fácil y seguro ser contratado que contratar, y es mucho más fácil invertir en cromos que en bienes o actividades productivas.

 

            Ahora bien, de lo que el ciudadano de a pie no es quizá consciente, es que esos cromos que está comprando, si suben de valor es porque otros están llegando más tarde y los están comprando más caros, pero que esos mismos cromos pueden igualmente bajar -a veces tremendamente- de valor, y en la mayor parte de los casos, ese ciudadano de a pie es el que más tarde se da cuenta, más tarde los vende, y más pierde.

 

De esta forma, el sistema ha hecho que los ciudadanos menos informados (los más débiles económicamente) hayan sufrido con motivo de algunos lances bursátiles un cierto saqueo por parte del sistema, lo cual se debe en cierta medida al alto nivel inflacionario, especulativo y ficticio que en muchos casos evidencia el mercado bursátil, y a esa alta volatilidad del mercado de los cromos. Y a ver cómo les explicamos los economistas a esos ciudadanos de a pie, a esos ahorradores, que pueden ser jubilados, agricultores, oficinistas, amas de casa, empleados, etc., que sabiamente se habían vistos abocados a invertir en esto de los cromos, que por ejemplo, la razón de sus pérdidas radica en que habían invertido en un ciclo alcista, o que es debido a un reajuste técnico estructural, o que es un componente especulativo inducido por los mercados asiáticos, etc.

 

            A continuación, y a modo de conclusiones finales, pasamos a formular una serie de preguntas que vienen a suponer, a un nivel algo más general, una cierta mezcla de cuestionamientos de la doctrina económica imperante y de sugerencias de cambios de orientación en este terreno.

 

            Quinta pregunta: En este sentido, ¿Por qué no nos planteamos un cambio de escala en la Economía (hablamos en el sentido de Economics, y no de Economy), y no pasamos a considerar el sistema económico como un organismo vivo, un sistema no lineal, en lugar de considerarlo como una máquina, o en definitiva, como un sistema ciertamente mecanicista?

 

Sexta pregunta: ¿Por qué no nos dedicamos intensamente a pensar la forma de optimizar efectivamente los procesos de creación de riqueza (tanto las variables endógenas como exógenas) en base, por ejemplo, a las experiencias y métodos de optimización que utilizan con éxito otras disciplinas científicas?. (La Economía tiene mucho que aprender de algunas de ellas).

 

Séptima pregunta: ¿No sería conveniente en este sentido comenzar por impulsar a fondo los procesos de la economía real, y minimizar una buena parte de las restricciones existentes, ya desde el punto de partida, en relación con numerosos subprocesos (por ejemplo, el de la citada creación de empresas)?

 

Octava pregunta: ¿No sería bueno que renunciásemos a los consabidos y ancestrales "dogmas de autoinsuficiencia", tanto los de carácter temporal ("esto no se ha hecho nunca"), como los de carácter espacial ("no se hace en ningún país"), y pudiéramos llegar a demostrar que España es diferente, por ejemplo, en el terreno de la creatividad, y que si aplicamos esta creatividad eficazmente en el terreno económico, España irá bien, y además, mejor que el resto de los países?.

 

He aquí nuestro gran reto económico para el nuevo milenio: el logro de una Economía realmente "creativa".