ESCAPARATE sobre ECONOMÍA, EMPRESA Y SOCIEDAD
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UN
DECÁLOGO PARA
LA ECONOMÍA
DEL SIGLO
XXI
(recuerdo
del futuro)
Jesús Lizcano Alvarez
Director de la revista Encuentros Multidisciplinares
Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Autónoma de Madrid
Anoche tuve un sueño especial: Me encontraba releyendo, en un atardecer del año 2020, el ya viejo Decálogo Económico de la ONU, esos diez famosos preceptos del Documento oficial: “Directrices para una Acción Económica Global”, y rememoraba con sabor agridulce los sacrificios y conflictos que en muchos lugares originó su proceso de debate y aprobación final, en el año 2005.
No puedo dejar de recordar algunos rasgos básicos de la situación económica y social que imperaba a comienzos de este siglo XXI: Por una parte, el gran despiste o desorientación que a nivel político existía en el orden internacional en relación con el modelo económico a elegir, una vez desaparecida la antigua diatriba entre políticas de izquierdas y de derechas, sustituída por el debate entre Economía real y Economía financiera, como tránsito a la actual Economía Global de Equilibrio.
Recuerdo asimismo la exhuberante y artificial ortodoxia económica imperante en aquellos años, en la que todavía primaban las políticas económicas nacionales (vestigios históricos del siglo XX), y en la que se manejaban magnitudes económicas tan artificiales y engañosas como el PIB, o se llevaban a cabo políticas monetarias tan desconcertantes como la de los tipos de interés, pensándose aún que los aumentos de los tipos servían positivamente para la defensa de las propias monedas regionales (el euro o el dólar), o para el control de la inflación. Afortunadamente estas posturas fueron abandonadas, al surgir nuevas herramientas como la Economía basada en la Evidencia, o los Estabilizadores económicos y financieros, con métodos importados de otras disciplinas científicas, o también los Indices de Inflación Integrales, que ya incorporaban como coste de la vida el coste de la utilización del dinero
Recuerdo, además, que apenas se destinaban recursos intelectuales, ni tampoco financieros, para la búsqueda del equilibrio económico a nivel global; que los mercados bursátiles eran gigantescas y caóticas tómbolas, en las que a largo plazo siempre ganaban los tomboleros, y que tampoco había dinero para una política informativa mínima sobre los derechos humanos fundamentales, cuya mera existencia era desconocida por la mayor parte de la población del planeta. Gracias a la Tasa transicional sobre Divisas se pudieron dedicar grandes recursos económicos a hacer llegar ese bien que es la información a casi todos los rincones del planeta, y que la generalidad de los niños pudiesen aprender a leer y escribir, y a que se pasaran a enseñar en todas las escuelas derechos tan básicos como los de la mujer a formarse, a votar, a no ser mutilada, o a no tener embarazos involuntarios, y de los niños a conocer, entre otras cosas, las diversas creencias religiosas, y el hecho de que ninguna de ellas podría nunca justificar el desprecio, y menos la agresión, a quienes eligiesen alguna otra, o ninguna, de las demás religiones. Recuerdo, por otra parte, cómo a costa de las generaciones venideras, se expoliaban a nivel local o regional los escasos recursos naturales, originándose importantes desequilibrios y daños medioambientales, sin que los políticos locales tuvieran que rendir cuenta alguna a la comunidad internacional.
Ahora, una vez vigente la moneda única mundial (eurodólar), y cuando ya se está discutiendo en la ONU un nuevo y más avanzado texto normativo, me encuentro releyendo con cierta nostalgia estos diez preceptos del histórico Decálogo:
I. La Comunidad Económica Universal.
La presente Declaración se apoya fundamentalmente en el concepto de comunidad económica universal, integrada por todos los ciudadanos y todos los recursos naturales del planeta. A tal efecto se actuará firmemente para lograr en lo sucesivo un crecimiento armónico, que permita ir corrigiendo, en relación con los ciudadanos, los importantes desequilibrios demográficos y de bienestar existentes, y en cuanto a los recursos naturales, los importantes desequilibrios, que están originando una drástica disminución de la Riqueza natural neta del planeta, y generando importantes riesgos naturales para el futuro.
II. Derechos humanos básicos.
De acuerdo con lo anterior se habrá de tender prioritariamente a que todos los ciudadanos del planeta puedan cubrir unas necesidades mínimas: a) Como seres humanos, un nivel mínimo de nutrición y de salud. A tal efecto, se fomentarán urgentemente políticas de producción masiva, a nivel mundial, de aquellos bienes que puedan satisfacer estas necesidades (desalinizadoras maquinaria agrícola, vacunas y medicinas básicas, etc.). b) Como ciudadanos, unos mínimos medios para la alfabetización, la información social y sobre el control de natalidad, y un conocimiento concreto de los Derechos humanos fundamentales. A tal efecto, se potenciarán los medios masivos de información, se culminará la llegada de Internet a todos los rincones del planeta, así como los programas formativos básicos, automatizados y universales para la alfabetización.
III. La Política Económica Global.
Para conseguir los objetivos anteriormente señalados, se establece como herramienta fundamental el desarrollo de la Política Económica Global (P.E.G.), una política integrada, a nivel mundial, y orientada a un crecimiento económico mayor y más equilibrado de la citada Comunidad Económica Universal. Esta política deberá ser diseñada y desarrollada con la participación de todos los países representados en esta Organización (O.N.U.).
IV. Evaluación de la P.E.G.
Para un adecuado nivel de información y de control sobre los resultados de esta política, se van a adoptar oficialmente nuevos instrumentos económicos de medición y evaluación, tanto del nivel de crecimiento, como del equilibrio, que se vayan experimentando en la propia Comunidad Económica Universal. La evaluación será continuada y transparente a nivel mundial, estando los resultados detallados permanentemente a disposición de todos los ciudadanos.
V. Apertura comercial equitativa.
La Política Económica Global desarrollará los medios más adecuados para fomentar e impulsar el comercio intensivo mundial, y especialmente la exportación de los bienes producidos en los países menos desarrollados hacia los países desarrollados, como contribución a un mínimo equilibrio económico entre unos y otros países. Se fomentarán a tal fin, de forma coordinada, las máximas sinergias económicas y comerciales, así como las economías de escala y de alcance regionales y/o mundiales.
VI. Moneda única mundial.
De cara a minimizar los enormes costes inherentes a la existencia de las diversas unidades de cuenta vigentes (divisas), y la ingente cantidad de recursos mundiales dedicados a operaciones puramente formales relacionadas con las mismas, así como de los importantes riesgos de graves crisis financieras para la economía real, se establece como objetivo fundamental el logro de una sola unidad de cuenta o moneda única mundial. En base a la próxima vigencia del dólar como única moneda en América, -culminación del ALCA-, y la actual vigencia del euro como moneda única en Europa, y en base a la paridad fija acordada recientemente entre estas dos monedas, se establece como objetivo urgente la implantación de una moneda única mundial (eurodólar), en aquellos términos de paridad y períodos transitorios que se acuerden en la Ronda de Integración Monetaria Mundial, que se iniciará con este objetivo a partir del próximo 1 de Enero de 2006.
VII. Estabilizadores Económicos y Financieros
En aquellos supuestos en que se experimenten oscilaciones significativas, y con la mínima duración predeterminada en cada caso, dentro de las variables clave recogidas en el Cuadro Macroeconómico Integrado de la ONU, tanto a nivel regional como local, se establece la utilización semiautomática, bien de los correspondientes Estabilizadores económicos, bien de los Estabilizadores financieros, en función de los ámbitos y mercados en los que se registren las citadas inestabilidades. Para tal fin, se controlará de una forma continuada el cumplimiento de los objetivos, volúmenes, características y contingentes prefijados y aprobados por los organismos económicos regionales y locales competentes a tal efecto.
VIII. Financiación supranacional de la P.E.G.
A fin de obtener los recursos financieros necesarios para la Política Económica Global, se acuerda implantar en todas aquellas plazas y mercados financieros que aspiren a la categoría A en términos de la ONU (ver el Anexo), la denominada Tasa Tansicional sobre Divisas, consistente en el gravamen sobre aquellas operaciones de compraventa de divisas de carácter especulativo y a corto plazo, que se registren en los citados mercados; los tipos de gravamen serán los que se establezcan reglamentariamente a tal efecto. Este gravamen supranacional permanecerá vigente hasta la entrada en vigor de la Moneda única mundial. Después será sustituido en la forma que se acuerde por la comunidad internacional, en base al nuevo orden monetario vigente, y en función de los recursos y ahorros derivados de la citada moneda universal.
IX. Fiscalidad coherente y sostenible.
Como orientación general en las políticas fiscales nacionales y regionales se recomiendan dos actuaciones: A) Reducción de las cargas fiscales desde la economía real, la producción de bienes y servicios, y el factor trabajo, trasladándolas hacia los siguientes tipos de actividades: a) Actividades que resulten nocivas para el medioambiente, y que originen un consumo intensivo de recursos naturales. b) Operaciones de compraventa (directa o indirecta) en los mercados financieros, a excepción de las operaciones de los mercados primarios. B) Culminar la homogenización fiscal internacional, tanto de los impuestos indirectos como de los directos.
X. Consejo Internacional.
Se crea, con carácter urgente, y como órgano dependiente de esta Organización (ONU), el Consejo Internacional para la Coordinación e Integración Económica, integrado por representantes de los diferentes países, y cuya misión a partir de ahora radicará en la puesta en marcha de la Política Económica Global, y la aportación continuada de ideas, proyectos y propuestas para un desarrollo económico mundial sostenible (que no agote la capacidad de consumir recursos naturales), y sustentable (que no conlleve un menoscabo para las generaciones futuras).
Cumplida la lectura de este hermoso decálogo, me quedo dormido en el propio sueño, con el recuerdo de uno de mis escritos en el pasado siglo: La Economía ha muerto ¡Viva la Economía!.