Revista
iberoamericana de
contabilidad de gestión
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UN ANÁLISIS
DE LA
FLEXIBILIDAD DEL
CUADRO DE
MANDO INTEGRAL
(CMI)
EN SU
ADAPTACIÓN A
LA NATURALEZA
DE LAS
ORGANIZACIONES
Universidad
Rey Juan Carlos de Madrid
Universidad
Complutense de Madrid
resumen El
trabajo que presentamos surge en el marco de un proyecto mucho más amplio
que estamos realizando acerca del diseño e implantación del Cuadro de
Mando Integral (CMI) en la gestión sanitaria y que, en esta ocasión, se
concreta en la problemática existente acerca de la delimitación de las
perspectivas en las entidades hospitalarias. Para ello, a partir de una
breve introducción al CMI fundamentada en los planteamientos teóricos de
sus precursores Kaplan y Norton, reflexionamos acerca de su evolución a
partir del Cuadro de Mando (CM) tradicional y tratamos de delimitar las
diferencias fundamentales que, en nuestra opinión, pueden ser
significativas, con el objetivo de contrastar las críticas que han
surgido desde distintos posicionamientos que cuestionan la versatilidad de
este modelo en la gestión de las unidades socio-económicas. Con
este enfoque, y ya dentro del ámbito de las organizaciones sanitarias,
realizamos una propuesta genérica acerca de la naturaleza, número y
prelación de las distintas perspectivas a considerar en el diseño de un
CMI, con una orientación estratégica e integradora. palabras clave: Contabilidad, Cuadro de Mando, Cuadro de Mando Integral, Control de Gestión, Gestión sanitaria. abstract The
work that we are presenting arises within the framework from a much wider
project that we are carrying out about design and implantation of the
Balanced Scorecard (BSC) in the sanitary management and that, on this
occasion, takes shape in the existing problems about the scope of the
perspectives in hospital organizations. To do this, from a brief
introduction to the BSC based on the theoretical approach of this
precursors, Kaplan and Norton, we reflect about its evolution from the
traditional Scorecard and we are going to try to delimit the fundamental
differences that, in our opinion, can be significant, with the objective
to contrast the criticisms that it have arisen form different positioning
that question the flexibility of this model in the management of the
socio-economic units. With
this approach, and within the field of sanitary organizations, we put
forward a generic proposal about the nature, number and preference of the
different perspectives to consider in the design of BSC, with a strategic
and integrating orientation. key
words:
Accounting, Control Panel, Balanced Scorecard, Management Control,
Sanitary Management. |
1.
JUSTIFICACIÓN Y PRESENTACIÓN DEL TRABAJO
Actualmente, desde el ámbito de la gestión empresarial, existe una exigencia latente por adaptar los sistemas de información a las necesidades cada vez más específicas e inminentes relacionadas con la implementación de la estrategia empresarial. El Cuadro de Mando Integral (CMI)1 pretende dar respuesta a esta exigencia al configurarse como un modelo de gestión estratégica que supera las limitaciones de los tradicionales sistemas de gestión. No obstante, no es el objetivo de este trabajo describir las bondades de este modelo, sino, con una visión crítica, reflexionar acerca de su versatilidad en su adaptación a las necesidades particulares que definen la naturaleza de las organizaciones. Y, más concretamente, el objetivo esencial del trabajo es analizar la flexibilidad del CMI en su capacidad de adecuarse a la naturaleza de la organización, teniendo en cuenta dos cuestiones esenciales:
1. Se entiende por flexibilidad del modelo la capacidad de aplicación a cualquier tipo de entidad. La posible rigidez del modelo vendrá condicionada, posteriormente, por el proceso de implantación y del seguimiento que se efectúe.
2. La flexibilidad del modelo la proporciona la delimitación de las perspectivas y el establecimiento de las relaciones causa-efecto entre los distintos objetivos que se identifican en las mismas.
Así pues, en primer lugar, se trata de realizar un acercamiento al CMI, a modo de introducción, que facilite el posterior desarrollo del estudio, a partir de su antecedente que es el CM tradicional y su evolución. No se pretende realizar un estudio del CMI como tal modelo, que sería objeto de otro trabajo, sino que, a partir de una descripción sintética del mismo se realiza, en segundo lugar, un análisis de las fortalezas y debilidades para, en tercer lugar, realizar un estudio de las posibilidades de adaptación de las perspectivas del CMI a la naturaleza de las organizaciones.
De este modo, en la última fase del trabajo, se presenta, a modo ilustrativo, una propuesta para el caso de las entidades sanitarias en las que se trata de:
a) Reconocer la versatilidad del modelo, estableciendo y delimitando el número y tipo de las perspectivas adecuadas para la entidad sanitaria, y
b) A partir del enfoque realizado por VOELKER, RAKICH Y FRENCH (2001), considerar la importancia de establecer un orden de prelación o jerárquico según el grado de significación de las diferentes perspectivas delimitadas.
2. EVOLUCIÓN DEL CUADRO DE MANDO HACIA UN CONCEPTO ESTRATÉGICO E INTEGRAL: EL CMI
Antes de entrar en la problemática que planteamos en este trabajo, consideramos fundamental analizar la evolución del CMI a partir de los cuadros de mando tradicionales, como un antecedente claro de este instrumento. Por una parte, la utilización indiscriminada del término, en muchas ocasiones, constituye, a nuestro modo de ver, razón suficiente que justifica su análisis. Y, por otra parte, creemos que la clara distinción y detalle de las características de cada uno de ellos hace posible establecer la sensible diferencia del enfoque de partida, poniendo de relieve la flexibilidad y versatilidad del CMI como instrumento de gestión estratégica.
El Cuadro de Mando como instrumento de información y control de gestión ha estado presente en muchas organizaciones desde hace varias décadas [LAUZEL y CIBERT, 1967]. El concepto de Cuadro de Mando (CM) deriva del término francés “tableau de bord”, que traducido literalmente significa “tablero de mandos, o cuadro de instrumentos”. Su origen data de mediados del siglo XX, aunque es alrededor de 1948 cuando aparece la noción de Cuadro de mando empresarial en Estados Unidos. El proceso de formulación del CM básicamente consiste, en primer lugar, en fijar unos fines en la entidad, cada uno de los cuales es llevado a cabo mediante la definición de unas variables clave, y, en segundo lugar, el control es realizado a través de indicadores. El desarrollo del CM gira en torno a cinco ideas esenciales:
- Herramienta de ayuda durante el proceso de toma de decisiones.
- Diseño sencillo y eficaz.
- Aglutina indicadores financieros y no financieros.
- Flexible frente a los cambios y progresos del entorno.
- Genera motivación a todos los niveles de responsabilidad.
En
opinión de ESCOBAR, el Cuadro de Mando, “como herramienta de gestión, se
configura como un mecanismo ideal para canalizar gran parte de la información
contable que demandan los directivos, adoptando el concepto de información
necesaria y suficiente presentada en un formato de fácil lectura y rápido uso
como la piedra angular sobre la que se ha de cimentar el desarrollo del sistema
de información contable”[1999, p. 1075].
Sin
embargo, la gran limitación del CM como instrumento de gestión estratégica es
la falta de conexión entre los distintos indicadores que pretenden controlar el
cumplimiento de objetivos previamente definidos. Es decir, no están
establecidas “a priori” las relaciones causa-efecto entre las variables
clave definidas y su medición a través de indicadores, lo que da lugar a que
el CM haya sido calificado como “un conjunto de indicadores deslavazados”
[FALGUERA, 2002, p.188] que tratan de informar de la marcha de los aspectos más
relevantes de una organización. Los tradicionales CM suelen incluir un sistema
de gestión por objetivos, sin embargo, carecen de la medición y la
representación de la política estratégica, que es el verdadero objetivo de
las organizaciones. En consecuencia, la mayoría de cuadros de mando
convencionales no aportan un enfoque integrador que aporte una visión de la
organización como conjunto, lo que reduce en gran medida su utilidad como
herramienta básica en la gestión estratégica. Básicamente se configura como
un instrumento de medición de los factores clave de éxito.
Es,
precisamente, la medición el principal nexo de unión entre el CM y el CMI [LÓPEZ
VIÑEGLA, 2001, p.10]. El CMI tiene como objeto final la correcta implantación
de la estrategia a través de la definición de objetivos relacionados y
alineados con la misma. Una vez definidos los objetivos y los factores críticos
que desarrollan la estrategia, el siguiente paso sería la determinación de los
indicadores adecuados para el correcto seguimiento del desempeño.
Efectivamente, como señala este autor, es en este punto, cuando “entraría en
escena” el CM como herramienta de medición.
Durante la década de los 60 del siglo XX, el CM fue un instrumento utilizado por un gran número de empresas, sobre todo, en Francia. En su origen, el CM incorporaba en un único documento diversos ratios para el control financiero de la empresa. Esta herramienta fue evolucionando, con el paso de los años, y, actualmente, combina no sólo ratios financieros, sino también indicadores no financieros que permiten controlar los diferentes procesos del negocio.
Como ejemplo de utilización del CM como herramienta de gestión, en la década de los sesenta, destaca el caso de la compañía General Electric. Esta empresa desarrolló un CM para hacer el seguimiento de sus procesos y controlar la consecución de objetivos tanto a corto como a largo plazo [DÁVILA, 1999, p.35]. Por tanto, el CMI actual recoge ideas que ya existían alrededor del concepto de CM. Incluso, el CMI desde su creación en la década de los años 90 del siglo XX, ha sufrido una notable evolución. En 1992, el CMI se definía como “un conjunto de indicadores que proporcionan a la alta dirección una visión comprensiva del negocio”. Posteriormente, se consolidaba como “una herramienta de gestión que traduce la estrategia de la empresa en un conjunto coherente de indicadores”.
En opinión de DAVILA [1999, p. 36], la aportación del CMI y que lo convierten en una herramienta distinta del CM convencional es “la forma en la que se seleccionan los indicadores”. Así, argumenta que en las formulaciones más recientes del CM se aconseja, al igual que en el modelo CMI, la utilización de indicadores financieros y no financieros. Sin embargo, no se establece ningún criterio sobre cómo elegirlos. En consecuencia, en las organizaciones donde se implante un CM convencional, cada directivo debe escoger los indicadores que considere más adecuados para los fines que persigue, siguiendo para ello su propia intuición y experiencia. El éxito en la formulación del CM dependerá, por tanto, del mayor o menor acierto del directivo que cuenta, además, con una dificultad añadida y es que carece de un mapa de trabajo para guiar su intuición.
El CMI aporta una solución a esta problemática ya que ofrece un método más estructurado de selección de indicadores y esto permite que se produzca una mejor adaptación dentro de la gestión de la empresa como herramienta de apoyo. Quizás, sea ésta la gran novedad que el CMI aporta en la gestión empresarial: su versatilidad y adecuación. En el proceso de diseño del CMI resulta tan importante conocer qué modelo de negocio reflejan los indicadores, como entender con precisión el significado de dichos indicadores.
Como ya hemos señalado, los indicadores financieros son limitados en sus señales informativas dado que sólo explican las consecuencias del pasado de la organización, y, por tanto, sólo permiten gestionar “a posteriori” de los acontecimientos, es decir, miden resultados y no causas. Las medidas financieras, en contadas ocasiones, proporcionan a los directores toda la información que necesitan para tener éxito en las decisiones estratégicas. Depender únicamente de indicadores financieros implica, en la mayoría de los casos, adoptar un enfoque basado en el corto plazo y, por tanto, puede obstaculizar el reconocimiento de las oportunidades a largo plazo o el enfrentamiento a las amenazas del futuro. Para poder gestionar en el entorno actual en el que se desenvuelven las empresas, es preciso disponer de indicadores que informen “a priori” de lo que más tarde reflejarán los indicadores financieros.
Asimismo, para poder actuar de forma proactiva en la organización es preciso actuar sobre las causas y no sobre las consecuencias. Por ello, el proceso de selección de indicadores en el CMI es posterior al desarrollo de un modelo de negocio con relaciones causa-efecto y son, precisamente, estas relaciones las que se configuran como el motor del modelo de negocio. Una vez que se han sentado las bases del negocio y las relaciones estratégicas implicadas en su consecución, se seleccionan los indicadores que conformarán la herramienta de gestión.
El proceso de gestación del CMI comienza con un análisis del mercado y de la estrategia por parte de los directivos de la organización con el objetivo de construir un modelo de negocio que refleje las interrelaciones entre los diferentes componentes de la organización. Con esta base, se delimitan las diferentes perspectivas o ámbitos del negocio desde los que analizar la estrategia empresarial. Este modelo se convierte en el mapa que va a servir de guía para la selección de los indicadores del CMI. De esta forma, sobre los cimientos de un buen modelo de negocio, los indicadores del CMI facilitan los puntos de referencia que se necesitan para calibrar el progreso en el desarrollo de la estrategia.
Quizás, la mayor dificultad que deben afrontar las organizaciones que apuestan por el CMI como herramienta de gestión estratégica, se produce en el momento de poner en práctica la estrategia previamente formulada. En primer lugar, la búsqueda de consenso en la interpretación de la estrategia es difícil, dado que concretar una idea general que nace de la formulación de la estrategia en objetivos determinados puede estar sujeto a múltiples opiniones y puntos de vista diferentes cuando se trata de responder al “qué, cómo y quién” dentro del ámbito operativo. Por este motivo, cuando la dirección acomete el reto de crear un modelo de negocio como paso previo a la implementación del CMI, debe lograr consensuar la estrategia y disponer de una visión conjunta de cómo llegar a ejecutarla. La búsqueda de relaciones causa-efecto en el modelo de negocio que se pretende implantar permite intercambiar opiniones, hecho que enriquece la visión del negocio de cada directivo, y llegar a un consenso de cómo alcanzar los objetivos. De esta forma, se consigue el compromiso de toda la organización, dado que todas las personas que la integran dirigen sus esfuerzos en la misma dirección.
A
modo de síntesis, las diferencias esenciales, como se muestra en la Tabla I, se
pueden resumir en: a) el cuadro de
mando tradicional se puede definir como un instrumento de medición de los
factores clave de éxito de una organización con el objetivo de canalizar gran
parte de la información contable que demandan los directivos, a través de
indicadores que, en sus orígenes eran sólo financieros y, posteriormente, según
ha ido evolucionando, incorpora también indicadores no financieros. Mientras
que el CMI, es un instrumento de gestión estratégica que trata de articular la
correcta implantación de la estrategia a través de indicadores financieros y
no financieros; b) por otro lado, el proceso de selección de los indicadores no
responde en el CM tradicional a ningún criterio establecido a priori, como ya
señalamos, mientras que en el CMI se seleccionan los indicadores a partir de un
método estructurado con un mapa de trabajo que guía este proceso y, c) quizás,
como reflexión a esta evolución, destacar la importancia que tiene un adecuado
proceso de diseño del CMI, que condiciona, incluso, su eficaz comportamiento, y
que permitirá ofrecer un enfoque integrador, es decir, una visión de conjunto
de la organización.
Tabla I
|
CUADRO
DE MANDO |
CUADRO
DE MANDO INTEGRAL |
¿Qué
es? |
Instrumento de medición de los factores clave de éxito |
Instrumento de gestión estratégica |
Objetivos |
Canalizar
gran parte de la información contable que demandan los directivos |
Articular
la correcta implantación de la estrategia |
Sistema
de medición |
A
través de indicadores financieros y, posteriormente, no financieros |
A
través de indicadores financieros y no financieros |
Proceso
de selección de indicadores |
Sin
un criterio definido a priori: intuición y experiencia |
A
través de un método estructurado basado en las relaciones causa-efecto
vinculadas a la estrategia |
Soportes del diseño |
Carece
de un mapa de trabajo para guiar el diseño del CM |
Existe
un mapa de trabajo para guiar la selección de indicadores: modelo de
negocio que refleja interrelaciones entre sus diferentes componentes |
Enfoque |
Parcial: no ofrece una visión de conjunto de la organización |
Integrador: ofrece una visión de conjunto de la organización |
Fuente:
Elaboración propia
2.1.
Elementos caracterizadores del
CMI
La
formalización y el desarrollo del Cuadro de Mando Integral ha supuesto un
cambio significativo, tanto desde el punto de vista doctrinal como profesional
en los planteamientos y modos de la gestión empresarial, generando gran
diversidad de literatura y práctica contable al respecto. Así, nos encontramos
con posicionamientos que consideran que el CMI representa un nuevo enfoque de
gestión estratégica argumentando que, no sólo supera a los sistemas de
información modernos, sino también, algunas de las limitaciones experimentadas
por los sistemas de control de gestión tradicionales, derivadas, esencialmente,
del elevado nivel de incertidumbre sobre el futuro. Generalmente, los sistemas
tradicionales consideran que las decisiones empresariales se fundamentan en
indicadores financieros y se caracterizan por ofrecer una visión del corto
plazo que no contempla la estrategia de la organización.
Estas
limitaciones, en opinión de SANIN VILAR (1998), han dado lugar a un
replanteamiento del concepto de control de gestión. De esta forma, se aboga por
un sistema de control más global, basado en la selección de aquella información
que se considere más relevante para asegurar el logro de los objetivos y que
mejor refleje el grado en el que éstos se están alcanzando. Estos cambios se
centran en la adaptación de los
sistemas de información a un entorno de mayor incertidumbre y complejidad,
dando lugar a la aparición y consolidación de uno de los instrumentos de
control que, actualmente, tiene más relevancia: el Cuadro de Mando Integral2.
La
información de gestión, y los sistemas de información contable que la
sustentan, deben tener la capacidad de generar información de carácter
predictivo. De esta forma, a los instrumentos de gestión y control de las
entidades se les pide que aporten informaciones financieras y no financieras que
ayuden a los responsables de tomar decisiones a tener una mayor capacidad de
alcance, tanto en lo que se refiere al horizonte temporal como a la calidad de
la decisión. Bajo esta línea argumental se manifiesta ALVAREZ LÓPEZ [1998,
p.37] al señalar que el CMI es “(...) un modelo de medición de la actuación
de la empresa que equilibra los aspectos financieros y no financieros de la
gestión y planificación estratégica de la organización. Es un cuadro de
mando coherente y multidimensional que supera las mediciones tradicionales de la
contabilidad”. En concreto, el CMI persigue la búsqueda del equilibrio entre
medidas financieras y no financieras, entre indicadores provisionales e históricos,
y entre perspectivas de actuación externas e internas.
La
filosofía primaria del CMI como modelo de gestión estratégica se basa en que
sólo se puede gestionar lo que se puede medir y que el determinante del valor
de las empresas u organizaciones está cada vez más centrado en los activos
intangibles que en los tangibles. No es objetivo de este trabajo la problemática
inherente a la medición y valoración de los activos intangibles, sin embargo,
consideramos que el CMI trata de superar las dificultades, tan extensamente
analizadas en la literatura actual, relacionadas con esta cuestión, mediante
las relaciones causa-efecto entre los distintos indicadores que pretenden medir
distintos aspectos de la empresa a través de cuatro perspectivas
interrelacionadas.
Asimismo,
otro principio sobre el que se sustenta este modelo es la consideración de que
las mediciones de las actuaciones sobre la base de datos contables y
financieros, exclusivamente, no resulta suficiente, ya que los aspectos
financieros a corto plazo no garantizan el éxito futuro.
En
definitiva, el CMI se configura como un instrumento de gestión estratégica,
que no sólo incluye indicadores financieros de la actuación pasada, sino que
complementa estos indicadores con medidas de los inductores de actuación
futura. En opinión de sus creadores [KAPLAN Y NORTON, 1997, p.23], “el Cuadro
de Mando Integral es más que un sistema de medición táctico u operativo. Las
empresas innovadoras están utilizando el Cuadro de Mando como un sistema de
gestión estratégica para gestionar su estrategia a largo plazo. Están
utilizando el enfoque de medición del Cuadro de Mando para llevar a cabo
procesos de gestión decisivos:
1.
Aclarar y traducir o transformar la visión y la estrategia.
2.
Comunicar y vincular los objetivos e indicadores estratégicos.
3.
Planificar, establecer objetivos y alinear las iniciativas estratégicas.
4.
Aumentar el feedback y formación estratégica.”
Para
ello, el CMI trata de traducir la misión y la estrategia explícita de una
organización, en un amplio conjunto de medidas de actuación para la creación
de valor, organizadas coherentemente bajo cuatro perspectivas diferentes, que
son como los ámbitos en que supuestamente se divide la empresa, para realizar
este trabajo. Las cuatro perspectivas clásicas, son
a) la perspectiva financiera, que trata de analizar la estrategia desde
la dimensión del propietario-inversionista, b)
la perspectiva del cliente, que analiza la percepción de la empresa por parte
del cliente, c) la perspectiva de los procesos internos, que trata de buscar la
excelencia en los procesos internos, y d) la perspectiva del aprendizaje y
crecimiento, que dirige la atención hacia aquellos recursos que son clave para
innovar y mejorar, como ponemos de manifiesto en la Figura 1.
Figura 1
En
este sentido, es importante señalar que estas cuatro perspectivas entendidas
como las múltiples dimensiones que la metodología del CMI plantea para
analizar el desempeño estratégico son las básicas, pero, obviamente, se
pueden en cada caso, modificar, dependiendo de las circunstancias particulares
de la empresa que se plantee su implantación.
El
proceso continuo centrado en el Cuadro de Mando Integral combina las cuatro
perspectivas. De esta forma, la visión
de la entidad se hace explícita y compartida, se comunica en términos de metas
e incentivos que se usan para centrar el trabajo, asignar recursos y concretar planes
de acción. Por tanto, en cada paso el CMI sirve como un medio de comunicación.
Hoy día se considera que el objetivo final del CMI es la creación de una
organización del aprendizaje, y por tanto una consecuencia de la Gestión del
Conocimiento. De esta forma, el CMI ha evolucionado hasta dar más importancia a
la capacidad de ejecutar, implantar y seguir una estrategia que a la calidad de
la estrategia en sí misma Este es
un fenómeno nuevo y contrastado, e incluso se llega a considerar la aplicación
de la estrategia como el factor más importante en la valoración de una empresa
y de su gestión.
En
cuanto a los elementos relacionados con el diseño del CMI, entendemos que el
punto de partida está en la razón de ser de la organización, esto es, su misión. A partir de aquí, se define el objetivo global a alcanzar
a largo plazo o visión de negocio, y
que, en definitiva, va ser el eje de impulso de la propia estrategia empresarial
en la que se definen, de una forma más detallada, los distintos objetivos
a través de las diferentes perspectivas enlazados
en una cadena causa-efecto y que
confluyen en la propia visión del negocio.
De
esta forma, y una vez que se identifican las variables fundamentales que
diferencian a la organización en su entorno competitivo, es decir, los factores clave de éxito, habrá que definir los objetivos estratégicos o propósitos específicos que se pretenden
conseguir y que conforman el conjunto del plan
estratégico, instrumentalizado a través del diseño del denominado mapa
estratégico. Estos objetivos se materializarán en una serie de iniciativas,
es decir, actividades, programas o proyectos que contribuyen a su logro.
Tal
y como reflejamos, esquemáticamente, en la Figura 2, todo este proceso de
planificación de la gestión estratégica, siguiendo la metodología del CMI,
debe desarrollarse en paralelo junto a un proceso de control y seguimiento de la
estrategia encabezado también, en este caso, por la misión y visión de la
organización. Para ello, es preciso que, previamente, se hayan delimitado las
distintas dimensiones desde las que se puede analizar el desempeño estratégico,
es decir, las perspectivas del CMI, identificando en cada una de ellas una serie
de indicadores que permitan evaluar en que medida se están logrando los
objetivos estratégicos propuestos y, para lo cual, se utiliza como guía de
actuación las relaciones causa-efecto que existen entre dichos objetivos, las
iniciativas planteadas y los indicadores propuestos. De esta forma, se fijan una
serie de metas o valores deseados en un marco temporal específico para cada
indicador estratégico que actuará como señal de alarma y permitirá un efecto
feed-back en todo el proceso de
elaboración e implantación de la estrategia empresarial.
Fuente:
Elaboración propia
Por
consiguiente, el CMI, exige organizar los diferentes estadios del negocio en
perspectivas. Las cuatro perspectivas clásicas del CMI (perspectiva
financiera, perspectiva del cliente, perspectiva de los procesos internos y
perspectiva del aprendizaje y crecimiento) ofrecen una estructura intuitiva,
aplicable a un gran número de empresas para organizar el modelo de negocio y
estructurar los indicadores y la
información. Sin embargo, no hay que olvidar que la prioridad en cualquier
modelo o herramienta de gestión estratégica debe ser precisamente la utilidad
y la adaptación a los requerimientos específicos de la organización. Además,
y concretamente en el modelo que abordamos en este trabajo, es fundamental que
el mensaje y la información lleguen a las personas de la empresa,
independientemente del número o el nombre de las perspectivas y su jerarquía
relacional.
3. ANÁLISIS DE FORTALEZAS Y DEBILIDADES DEL CMI
En
definitiva, el CMI es un modelo de gestión que incorpora mecanismos de medición
y que permite comprobar que la empresa avanza en la dirección marcada desde la
planificación estratégica, facilitando la consecución de los objetivos
planteados. Por tanto, el CMI debe ayudar a:
-
Aclarar y traducir la misión y la
estrategia de la organización obteniendo una visión compartida de la misma.
A través del mismo proceso de implementación del CMI es posible aclarar y
traducir la misión y la estrategia en términos manejables para toda la
organización y establecer los objetivos para alcanzarla, dado que en este
proceso participan, o al menos, así debería de ser, la mayoría de los
miembros de la organización. Como consecuencia de este proceso, las posibles
dudas son aclaradas, se consigue el consenso y las diversas opiniones que puedan
existir alcanzan un mayor grado de uniformidad. Una vez establecidos los
objetivos y las estrategias todos los miembros de la organización podrán
conocer la vinculación de las acciones estratégicas con la visión y la misión,
y la repercusión de su contribución.
-
Comunicar y vincular los objetivos
e indicadores estratégicos. Los indicadores incluidos en el CMI deben
permitir controlar las acciones que llevan hacia la concreción de los
objetivos. De esta forma, permite comunicar claramente en términos prácticos
los objetivos y vincularlos entre sí mediante relaciones causa-efecto. Los
indicadores actúan como señales de alerta para aquéllos cuyas acciones
repercuten en los valores que éstos alcanzan, de tal forma, que pueden impulsar
acciones inmediatas para corregir las desviaciones, crear foros de discusión
alrededor de los temas sensibles, acudir a expertos con el fin de solucionar
actuaciones delicadas y crear situaciones propicias de trabajo en grupo para la
solución de conflictos.
-
Planificar, establecer objetivos y
alinear las iniciativas estratégicas. Como ya hemos señalado el CMI crea
una estructura coherente de estrategias, objetivos, metas e indicadores que
permite construir un plan estratégico muy dinámico con un sistema de medición
estrechamente relacionado con los objetivos vinculados a la estrategia.
-
Asignar los recursos adecuados para
la obtención de los mencionados objetivos, vinculando la estrategia con las
metas a largo plazo y los presupuestos anuales.
-
Sistematizar la revisión de la
estrategia, identificando nuevas iniciativas. El CMI permite establecer un
mecanismo de comprobación y retroalimentación sobre las hipótesis que
sirvieron de base para crear las propias estrategias y hacer correcciones a través
del establecimiento de relaciones del desempeño individual de los que
contribuyen en ellas y el seguimiento en la asignación de los recursos
utilizados para su consecución. El cuestionamiento constante sobre las
estrategias es necesario, dado que las organizaciones se desenvuelven en
entornos muy cambiantes e inestables. La formación estratégica implica
aprender en el diseño de las propias estrategias y aprender a pensar estratégicamente
en la formulación de los objetivos, en el establecimiento de las relaciones
causa-efecto, en la identificación de indicadores, en la traducción de la
estrategia en términos operativos, en las discusiones en torno a la visión y
la misión, así como en el análisis de las fortalezas, debilidades,
oportunidades y amenazas de la organización. Como consecuencia de todo lo
anterior, se crearán mecanismos de consenso, se potenciará el trabajo en
equipo, se descubrirá cómo interpreta la estrategia cada uno de los miembros
de la organización y las aportaciones individuales al pensamiento colectivo, se
creará una sinergia en el establecimiento de iniciativas estratégicas en todos
los niveles, y, en definitiva, contribuirán a la formación estratégica de la
organización y de los individuos que la componen.
En
resumen, el CMI una vez diseñado, puede ser utilizado de dos formas distintas:
como un sistema de control tradicional, o bien, como sistema de gestión estratégica,
es decir, como una herramienta de aprendizaje organizativo. Si el equipo de
dirección está seguro de la visión de la empresa, la estrategia, el modelo de
negocio y el papel de cada persona en la organización, el CMI puede utilizarse
como un sistema de control tradicional, es decir, como un sistema de control por
excepción. Sólo se actuará cuando haya una disparidad importante entre la
realidad y el presupuesto. El control por excepción libera atención de los
directivos de procesos que son bien conocidos y que sólo requieren tiempo en
casos excepcionales.
Sin
embargo, en empresas en crecimiento o en entornos inciertos y cambiantes, donde
la estrategia está en evolución, donde el conocimiento está disperso y la
dirección quiere estimular nuevas iniciativas y aprovechar la creatividad de
las personas sin perder las riendas de la organización, el CMI puede usarse
como una herramienta de aprendizaje organizativo. En este caso, los resultados
que recogen los indicadores sirven para evaluar si hay que cambiar el modelo de
negocio o incluso la estrategia; es, por tanto, una fuente de información útil
para ajustar la forma de competir de la empresa. El CMI sirve para enfocar la
atención en aprender sobre la evolución del entorno y de la empresa.
En
consecuencia, el éxito en el diseño e implantación del CMI depende
esencialmente de cuatro aspectos fundamentales: de la definición
de la estrategia, de la selección de
mediciones, del proceso de creación
y de la filosofía que se trata de
comunicar a través del CMI. Estos factores, si no se adecuan a las características
de la organización y a la cultura empresarial subyacente se convertirán en
limitaciones o debilidades del modelo y no será posible consolidar al CMI como
un modelo de gestión estratégico. Así pues, a continuación se realiza una síntesis
de las posibles debilidades de dicho modelo:
-
Visión parcial de la organización.
Si en la definición de la estrategia y su posterior concreción en objetivos
específicos no se tienen en cuenta las distintas dimensiones del negocio, se
perdería la cualidad integradora del CMI. En este sentido, no es posible
establecer fórmulas teóricas aplicables a todas las organizaciones en el diseño
y estructura del CMI; es preciso realizar un esfuerzo de adaptación muy
importante con el objetivo de observar a la organización desde todas las
vertientes -perspectivas del CMI- que, en función de la naturaleza del negocio,
son esenciales para la consecución de la estrategia.
-
Enfoque generalista de la
estrategia. En relación con la estrategia podría ocurrir que ésta sea
demasiado genérica y que, por tanto, no exista un enfoque hacia las unidades de
negocio de la organización que permita traducir de forma operativa los
objetivos estratégicos. Al mismo tiempo, si no existe una cadena de relaciones
causa-efecto claramente definida que conecte las diferentes perspectivas y
objetivos definidos, el CMI no dejará de ser un conjunto deslavazado de
indicadores que no aclarará el camino a seguir para lograr la visión del
negocio.
-
Exceso o defecto de las mediciones
seleccionadas. En relación con las mediciones seleccionadas, tanto el
exceso como el defecto puede conducir a socavar la estrategia de la organización.
Demasiadas medidas podrían dar lugar a una inoperancia del modelo en el
seguimiento diario de la actuación empresarial. Si, además, estas medidas se
centran en indicadores financieros no existirá el equilibrio buscado entre
objetivos a corto plazo y largo plazo, dado que éstos últimos deberían ser
medidos con indicadores no financieros fundamentalmente.
-
Falta de compromiso por parte de la
dirección. En relación con el proceso de creación del CMI, si la dirección
no está comprometida con dicho proceso la posibilidad de éxito en la
implantación del modelo es muy pequeña dado que no existe un liderazgo a nivel
gerencial que respalde la filosofía esencial del CMI y que sería responsable
fundamental de definir la visión de la organización. De la misma forma, si son
pocos los miembros de la organización que colaboran en el diseño, otra de las
utilidades del CMI quedaría mermada dado que desde su gestación se trata de
alinear los objetivos estratégicos con las operaciones diarias de la organización
en su conjunto, y esto no es posible si no existe una visión compartida de
dicha estrategia y de los indicadores seleccionados para su seguimiento.
-
Falta de equilibrio en las
funciones de control-comunicación del CMI. Si la filosofía que se trata de
implantar con la construcción de un CMI está más próxima al concepto de
“control” que al de “comunicación” de la estrategia, el modelo ya nace
con una carga negativa para la organización. Es decir, si en lugar de buscar el
consenso para dar cabida a las iniciativas de los empleados para alcanzar los
objetivos, el CMI se utiliza para “dictar órdenes” de ejecución en tiempo
y forma, se fracasaría en el objetivo de impulsar a la organización de una
forma positiva hacia una visión compartida y comprendida por todos sus
miembros. En consecuencia, se debe tratar de buscar un equilibrio entre la función
de control y de comunicación, ambas complementarias en el marco del CMI.
-
Estaticidad del CMI. Como ya
han señalado algunos autores críticos con los planteamientos teóricos del
CMI, si este modelo “propone un conjunto de indicadores permanentes y rígidos
restarán flexibilidad y capacidad de adaptación en el análisis de la gestión”
[BLAZQUEZ, 2000, p. 5]. Para evitar la estaticidad del CMI los indicadores
seleccionados deben estar soportados por un conjunto de bases de datos
integradas que permitan un tratamiento de la información con una metodología
de análisis en constante revisión y actualización, con el objetivo de adaptar
los elementos que lo componen a las circunstancias cambiantes del negocio, tanto
a nivel interno como externo.
Por
tanto, quizás una de las mayores limitaciones del CMI es que su utilidad está
condicionada desde el mismo momento de su gestación. En nuestra opinión, es
fundamental que el modelo teórico de Kaplan y Norton, se adecue a las características
de la organización reconociendo en el diseño la naturaleza, la cultura, el
estilo de dirección y la diversidad de las relaciones interpersonales de la
organización. En este sentido, uno
de los fundamentos teóricos del modelo que considera el seguimiento de la
estrategia desde los distintos ámbitos desde los que se puede observar el
negocio, es decir, las “perspectivas”, se convierte en un condicionante
esencial en el éxito del CMI. Aunque la estructura del modelo y los elementos
que en el se reconocen, no garantizan su éxito, consideramos que la previa
definición de misión, visión y perspectivas, junto con las personas
vinculadas al proyecto pueden consolidar al CMI como un modelo teórico sólido
flexibilizado fundamentalmente a través de las “perspectivas” de la
organización. En la siguiente tabla (Tabla II) resumimos las fortalezas y
debilidades del CMI, con una visión generalista:
Tabla
II
FORTALEZAS |
DEBILIDADES |
Consenso organizacional en relación con la estrategia. Facilita
el consenso de toda la empresa al aclarar y traducir la misión y la
estrategia en términos manejables para toda la organización |
Falta de compromiso por parte de la dirección, responsable
fundamental de definir la visión del negocio y de generar un clima de
compromiso. Falta de equilibrio entre las funciones de control y comunicación del
CMI: filosofía negativa de gestión |
Traducción de la estrategia en términos operativos. Comunica en
términos prácticos los objetivos estratégicos y permite vincularlos
entre sí mediante relaciones causa-efecto. |
Enfoque generalista de la estrategia sin orientación hacia las
unidades de negocio; inoperancia del modelo en la gestión diaria. |
Relación presupuesto-estrategia. Permite conectar el presupuesto
a la estrategia, mediante la asignación de los recursos adecuados para
la obtención de los objetivos. |
Exceso o defecto de los indicadores seleccionados; información
confusa e irrelevante, o ausencia de información. |
Herramienta de aprendizaje, mediante la comparación entre los
planes y los resultados con el objetivo de revaluar y ajustar los
objetivos estratégicos, los indicadores y los planes de acción. |
Estaticidad del CMI; puede no existir dinamismo en el seguimiento
de la estrategia, lo que provoca una obsolescencia de los elementos del
diseño del CMI que invalidan los “outputs” de información. |
Posibilidad de implantación en cualquier tipo de
entidad |
Visión parcial de la organización |
Fuente:
Elaboración propia
4. ADAPTACIÓN DE LAS “PERSPECTIVAS” DEL CMI A LA NATURALEZA DE LAS ORGANIZACIONES
En
un trabajo realizado por AMAT y otros [2001, p. 6 a 12], siguiendo las
perspectivas del CMI, se ponen de manifiesto diversas hipótesis acerca de los
posibles inductores que favorecen el crecimiento rentable de las empresas y las
relaciones causa-efecto que lo sustentan. Estas hipótesis fueron formuladas a
partir de un estudio realizado sobre las empresas gacela catalanas3.
Estas hipótesis se resumen en las siguientes [AMAT y otros, 2001, p.13]:
-
“Los primeros factores-clave están
relacionados con el factor humano y se propone que la apuesta por la formación
y los incentivos pueden contribuir a una mayor implicación del personal.
-
Esta mayor implicación del
personal puede favorecer una mayor eficiencia en costes y activos, una apuesta
por la calidad total, una mayor innovación y orientación al cliente. Lo
anterior puede repercutir en una mayor diversificación e internacionalización.
Todo ello debería repercutir en una mejora continuada de los procesos
empresariales.
-
La mejora en los procesos que se
puede desprender de lo anterior debería revertir en unos clientes más
satisfechos, que podrían ser los inductores de una mayores ventas.
-
Finalmente, las ventas superiores
deberían generar unos mayores beneficios y rendimientos, que acompañados del
apalancamiento deberían permitir obtener elevados niveles de rentabilidad.
Estos, junto con unos niveles adecuados de solvencia explicarían la mayor
capacidad de crecimiento y la mayor generación de valor de las empresas
gacela.”
No obstante, a pesar de que estadísticamente se pueda evidenciar la habitualidad incipiente de utilizar la clásica estructura teórica de Kaplan y Norton, creemos que es posible afirmar que en el proceso de delimitación y definición adecuado de las distintas dimensiones de una organización no existen fórmulas predefinidas. Así, creemos que se debe contemplar previamente una doble vertiente: a) por una parte, la identificación del número y naturaleza de las perspectivas, que dependerá, no sólo de la misión y visión del negocio, sino, entre otras cuestiones de que la implantación sea a nivel global o parcial en la entidad, de la complejidad y dimensión de la organización, de la importancia de determinados aspectos como pueden ser, el proceso productivo, los aspectos medioambientales, la tecnología de la información, los sistemas de gestión implantados y las posibilidades de cambio, etc. y, b) la prelación u orden jerárquico de las mismas que facilite una correcta interrelación causal para el análisis del desempeño estratégico. En consecuencia, la prelación jerárquica de las perspectivas simplifica, además, el proceso de selección y elaboración de indicadores en cada una de ellas, cuestión fundamental dada la especial dificultad que supone esta fase en el diseño e implantación del CMI.
En esta misma línea argumental se manifiestan VOELKER, RAKICH y FRENCH (2001) al reconocer que existen distintas formas de contemplar la estructura del CMI dependiendo de la naturaleza de las organizaciones. Así, las cuatro perspectivas consideradas en la elaboración del CMI pueden ser gráficamente presentadas en forma de pirámide [p.16] El planteamiento metodológico en la construcción de un CMI debe seguir una línea ascendente en la que se vayan interrelacionando las diferentes perspectivas orientadas a la estrategia. Estos autores plantean una representación piramidal común para las organizaciones con fines lucrativos [Figura 3] y la comparan con aquella que sería representativa de las entidades no lucrativas como las organizaciones de asistencia sanitaria [Figura 4].
Figura
3.
ESTRUCTURA
PIRAMIDAL DE LAS PERSPECTIVAS DEL CMI EN ENTIDADES LUCRATIVAS
Figura
4
ESTRUCTURA PIRAMIDAL DE LAS PERSPECTIVAS DEL CMI EN ENTIDADES NO LUCRATIVAS
|
(1) Interpretación propia del término “stakeholders” como “grupos de interés”.
Fuente:
VOELKER, D.E., RAKICH, J.S y FRENCH G.R. (2001) y elaboración propia
Como se puede observar a partir de las figuras anteriores, estos autores establecen una diferencia significativa en el orden de prelación de las cuatro perspectivas clásicas del CMI, así como en la denominación de la perspectiva del cliente que, en el caso de las entidades no lucrativas, amplia el alcance de esta vertiente incluyendo a todos los grupos de interés o “stakeholders”. En relación con el orden de prelación, en las organizaciones no lucrativas, sitúa, en la cúspide de la pirámide, la Misión de la organización hacia la que confluyen todas las demás perspectivas, y en siguiente nivel la perspectiva de los “Stakeholders”, seguida de la financiera. En opinión de estos autores, esta diferencia sustantiva permite dirigir la atención de las organizaciones no lucrativas hacia aquellos objetivos que son prioritarios, poniendo como ejemplo de este tipo de organizaciones las entidades sanitarias públicas orientadas hacia el paciente y en general a toda la comunidad destinataria de alguna manera de sus servicios.
Bajo este enfoque, tratamos a continuación de plantear una propuesta de adaptación de las perspectivas del CMI para el caso de la entidades sanitarias en general. El tomar este tipo de entidades como referente para realizar nuestro análisis se debe, fundamentalmente, a dos razones que justifican esta elección. Por un lado, este trabajo surge en el marco de un trabajo mucho más amplio en el que pretendemos realizar un estudio detallado en las organizaciones sanitarias acerca de los sistemas de medición del rendimiento, en particular del papel del denominado CMI como instrumento o procedimiento útil para la desagregación y comunicación de la estrategia empresarial. En segundo lugar, consideramos que por la complejidad y especificidad de este tipo de organizaciones la aplicación adecuada de cualquier tipo de sistema de gestión que mejore la información en la que sustentar la toma de decisiones es un reto tan importante como necesario.
4.1
Una
propuesta para el caso de las entidades sanitarias.
Los
creadores de este modelo, KAPLAN y NORTON, justifican la necesidad de un nuevo
enfoque en la gestión empresarial argumentando que, en la era de la información,
muchas compañías no podían mantener una ventaja competitiva sostenible a
partir de la aplicación de "nuevas tecnologías a los
bienes físicos y llevando a cabo una excelente gestión de los activos y
pasivos financieros” [1997, p.15]. Además, reconocen que el impacto de
la era de la información es de mayor envergadura en las empresas de servicios
que en las empresas de fabricación. Entre ellas, destacan los hospitales que,
como otras empresas de servicios, durante mucho tiempo, han desarrollado su
actividad en un entorno estable y no competitivo. Es decir, un entorno regulado
y protegido, con poca libertad para acceder a nuevos negocios o fijar precio a
sus servicios. Sin embargo, la tendencia actual en el ámbito sanitario está
marcada por iniciativas descentralizadoras y de autonomía de gestión, y todo
ello exige tener nuevas capacidades para obtener el éxito en un mercado
competitivo. Como consecuencia de las nuevas tendencias marcadas por la era de
la información, las empresas tienen que ser conscientes de la importancia
relativa de sus activos en sus actuaciones, y reconocer que son fundamentalmente
sus activos intangibles los que marcan la diferencia en un mercado de
competencia.
En
nuestra opinión, en el ámbito sanitario, una adecuada gestión de los
intangibles, fundamentada en mejorar la capacidad de los profesionales, puede
convertirse en el mejor aliado para incrementar la eficiencia sanitaria. En este
sentido, se manifiesta CURIEL (1999), al señalar que “algunos sistemas
europeos están apuntando a la cooperación entre centros en lugar de a la
competitividad, así como a un desarrollo de los trabajadores basado en una
carrera profesional que conduce a una mejora de la capacidad de los
profesionales y la productividad de los hospitales.”
Por otra parte, cabe señalar que las características inherentes a las organizaciones de asistencia sanitaria dificultan, en muchos casos, la consolidación de las modernas técnicas de gestión, relativamente fáciles de implantar en otros sectores económicos. Como señala NÚÑEZ FEIJOO [1997, p.381], “no podemos olvidar que nos referimos a organizaciones prestadores de unos servicios, sin duda con la mayor dificultad y complejidad de todos los posibles (...), cual es el caso de los servicios sanitarios”. En consecuencia, la implantación de técnicas de gestión empresariales a los hospitales, como podría ser el CMI, requiere un esfuerzo colectivo por parte de todos los agentes económicos que lo integran para realizar las adaptaciones precisas a través de una metodología adecuada a cada hospital.
A
continuación, a modo de síntesis, resumimos aquellas características que
consideramos más relevantes del hospital que por su especificidad le hacen ser
diferente a otro tipo de entidades, a los efectos de nuestro trabajo y las
repercusiones que pueden tener en la efectividad del modelo del CMI. Véase la
Tabla III[i]:
Tabla
III
CARACTERÍSTICAS |
IMPLICACIONES
EN EL DISEÑO DEL CMI |
Los
hospitales ofrecen al mercado un “producto intangible” cuya prestación
y consumo por parte del paciente es simultáneo. |
Esta
característica, común a todas las empresas de servicios, dificulta, en
muchos casos, que la organización pueda anticiparse a los
requerimientos de los clientes, y desde el ámbito del CMI tendrá
consecuencias en los objetivos e indicadores que se identifiquen en la
perspectiva de los pacientes como “eje central” de todo el proceso
sanitario. |
El
hospital es una empresa multiproducto |
En
el marco del CMI, esta característica va ser determinante, en nuestra
opinión, del nivel de desglose requerido para la aplicación del CMI de
forma operativa en una entidad sanitaria, y, consideramos que,
dependiendo del tamaño y complejidad de la organización, es posible,
que sea preciso crear CMIs no sólo a nivel de unidades asistenciales,
sino incluso, a nivel de procesos sanitarios distintos. En este último
caso, consideramos que el sistema de clasificación de pacientes en
función de isoconsumos (GRD, Grupos Relacionados por Diagnóstico),
puede ser un referente fundamental a la hora de identificar los procesos
que requieren estratégicamente CMIs específicos, siempre vinculados al
CMI global de la entidad. |
El
hospital es responsable de la oferta y la demanda de los servicios
asistenciales |
En
el ámbito hospitalario los profesionales médicos cumplen un papel
fundamental en la gestión de la actividad sanitaria, y por tanto, deben
ser considerados en el CMI, como uno de los “grupos de interés”
fundamentales. En nuestra opinión, que el médico sea inductor de la
demanda de un hospital le convierte en una especie de “cliente” no
finalista y, en consecuencia, consideramos que debe ser tenido en cuenta
en la perspectiva que tradicionalmente es denominada como “perspectiva
del Cliente” en el CMI teórico. |
El
hospital, al contrario que en otros sectores, incrementa sus costes al
introducir nuevas tecnologías. |
Esta
característica, condiciona, el papel del CMI en la perspectiva del
aprendizaje y crecimiento, sobretodo a la hora de identificar las
consecuencias que los objetivos estratégicos a alcanzar en esta área
tendrán tanto desde el punto de vista médico como económico. Dada la
naturaleza social de la prestación sanitarias consideramos que el
impacto de las nuevas tecnologías y procedimientos médicos no deben
medirse en función de indicadores económicos exclusivamente, ni
tampoco establecer relaciones causa-efecto que culminen en resultados
financieros, sino considerar, desde la triple vertiente de
sostenibilidad, una orientación fundamentada en el paciente como agente
receptor único del sistema y la comunidad en general como receptor
universal. |
El
hospital es una organización con diversos fines que comportan una gran
complejidad de funciones |
El
CMI puede ayudar a alinear a todos los miembros de la organización con
la visión de la entidad, al consensuar la estrategia de forma
compartida y participativa. Esto permitirá que para realizar la función
de seguimiento la gestión cuente con un instrumento que permite
alcanzar un equilibrio en su concepción entre comunicación y control. |
El
hospital dispone de un equipo humano de muy diversa cualificación y
categoría profesional |
Debido
a ello, entendemos que es fundamental incorporar en el CMI una
perspectiva que analice todo lo relacionado con la calidad del personal,
los criterios de selección, su formación y cualificación, etc. |
Fuente:
Elaboración propia
En cuanto a la delimitación de las perspectivas, como ya hemos señalado, es necesario precisar el número y naturaleza de las que se consideran necesarias en cada caso, de tal manera, que pudiera alterarse la distinción habitual de las cuatro perspectivas generalmente consideradas. En principio, en el proceso hospitalario, la modificación más sustantiva que parece necesario realizar hace referencia a la perspectiva clásica del cliente. Dadas las características de la actividad sanitaria, debería sustituirse por los diversos grupos de interés, denominados en la actualidad “stakeholders”, como sujetos demandantes del servicio o inductores de la demanda. De este modo, se incluyen en esta vertiente los pacientes, el personal médico y las entidades de seguro médico.
En relación con la perspectiva de los procesos internos, la característica de entidad multiproceso o multiproducto del hospital, quizás, pueda llevar a proponer la posibilidad de que ésta vertiente aglutine, a su vez, un nivel más detallado que contemple aquellos procesos considerados claves en el desarrollo de la estrategia global de la entidad. En este sentido, consideramos dos opciones condicionadas por el principio de economicidad en la búsqueda de información; es decir, podría plantearse un nivel de desglose del CMI global en CMIs por procesos claves hospitalarios, o bien, introducir en la perspectiva de los procesos internos, “subperspectivas” que respondan a la diversidad de procesos, considerando, en ambos casos, en su delimitación como referente fundamental el sistema de clasificación de pacientes GRDs o por unidades asistenciales.
Además, también podría contemplarse la posibilidad de desdoblar la perspectiva de Aprendizaje y Crecimiento en dos: a) Aprendizaje y Formación, y b) Crecimiento. Todo ello, por la especial relevancia en la actividad sanitaria de valores intangibles como son el personal altamente cualificado, la especialización, la alta tecnología, los procesos de investigación y desarrollo, etc., es decir, todo lo concerniente a la formación de recursos humanos que incidirá directamente en la creación de valor en estas entidades. En este sentido, debido a la variedad terminológica existente al respecto, queremos señalar la importancia de la diferencia conceptual de cada perspectiva y lo que pretende significar para una efectiva utilidad, al margen del término específico empleado para delimitar dichas perspectivas.
En cuanto a la perspectiva Financiera clásica del CMI, consideramos que su denominación y definición podría diferir en función de la naturaleza lucrativa o no de las entidades. Así, en las entidades no lucrativas su definición podría orientarse más hacia el cumplimiento del presupuesto estratégico y la generación de autofinanciación suficiente para cumplir los objetivos misionales, más que al logro de beneficios bajo el enfoque del inversor-propietario.
En
relación con el orden de prelación
de las diferentes perspectivas, en las entidades de asistencia sanitaria la
relación causal que se establece entre las distintas perspectivas del CMI
propia de entidades lucrativas, en nuestra opinión no responde a su naturaleza
misional (independientemente de la titularidad de los medios de producción y
del fin lucrativo o no de la entidad). Para justificar esta opinión nos
apoyamos en los cuestionamientos planteados por VOELKER, RAKICH Y FRENCH. Así,
independientemente del carácter lucrativo o no de las entidades sanitarias, y
debido, fundamentalmente, a las características y finalidades de las mismas, la
pirámide de perspectivas utilizada para entidades no lucrativas podría
generalizarse en ambos casos.
Según
estos autores, la Perspectiva del Aprendizaje y el Crecimiento constituye la
base de la pirámide representativa de las perspectivas del CMI. De esta forma,
se centra la atención a lo que fundamenta todo éxito futuro, es decir, los
miembros de la organización, los sistemas de información y la infraestructura.
El éxito a largo plazo sólo es posible si hay una inversión adecuada en la
base. El siguiente nivel es la perspectiva de los procesos internos del negocio.
El desarrollo sostenible y el éxito de una organización se sustenta en esta
perspectiva, así como en la perspectiva del aprendizaje. La perspectiva interna
dirige la atención hacia los procesos internos que gestionan las operaciones
habituales de la organización. La mejora de los procesos internos es un
indicador clave para consolidar el éxito futuro, financiero y operativo de la
entidad. Para traducir las mejoras de los procesos internos en una ventaja
competitiva a largo plazo, las empresas deben buscar primero la satisfacción de
los clientes.
De
esta forma, la Perspectiva del Cliente se configura como el tercer nivel de esta
pirámide jerárquica en el caso de entidades lucrativas. El éxito de la
organización depende, en gran medida, de la capacidad de la misma para
anticiparse a las necesidades del cliente y satisfacerlas con los productos o
servicios adecuados. La Perspectiva del Cliente (o los “stakeholders” en las
organizaciones no lucrativas), a menudo, se coloca en el nivel más alto de la
pirámide en las organizaciones no lucrativas, dado que el beneficio no es el
objetivo prioritario para las mismas. Sin embargo, en las organizaciones con
fines de lucro, la perspectiva financiera mide los últimos resultados que el
negocio proporciona a sus accionistas. Pese a ello, incluso en las
organizaciones no lucrativas, una situación financiera solvente es un requisito
previo para la viabilidad a largo plazo. Mantener una situación financiera
“sana” permite que una entidad no lucrativa obtenga los recursos necesarios
para proporcionar sus servicios, satisfacer a sus pacientes, y cumplir su misión.
Todo lo que acontece en una organización afecta a su situación financiera, así
que es importante identificar y medir todos los elementos que le afectan.
En
definitiva, las organizaciones deben adoptar aquellas perspectivas que mejor se
adapten a sus características y, de esta forma el CMI permitirá centrar la
atención en aquellos factores clave específicos relacionados con la consecución
de los objetivos estratégicos. Asimismo, la jerarquía de las perspectivas
puede variar según el tipo de organización y el entorno en el que se
desenvuelven. Muchas organizaciones no lucrativas han alterado la jerarquía del
CMI (ver la figura 4) situando la declaración de la misión empresarial en el
primer nivel, directamente relacionado con la perspectiva del cliente, situado
en el nivel inmediatamente inferior. Las adaptaciones del CMI a la naturaleza y
estrategia de las organizaciones no altera la filosofía del modelo. Bajo esta línea
argumental, VOELKER, RAKICH Y FRENCH, describen distintas aplicaciones de la
metodología CMI en diversas entidades sanitarias (ver tabla IV)
Tabla
IV
Centro |
Perspectivas |
Centro
Médico de la Universidad de Duke |
Sustituye
la Perspectiva de Aprendizaje y Crecimiento por la Perspectiva de la
Educación e Investigación. |
Butterworth
Hospital de Grand Rapids, Michigan |
Satisfacción
del Paciente Resultados
Médicos Situación
Funcional de la Salud Costes |
Entidad
médica de Henry Ford, Detroit |
Crecimiento Satisfacción
del Cliente Integración
Global del Sistema de Asistencia Sanitaria Proveedores
de Bajo Coste |
Centro
Johns Hopkins |
Resultados
Médicos Objetivos
Financieros Satisfacción
del Paciente |
Centro Psiquiátrico Hudson River,
en Poughkeepsie (Nueva York) |
Financiera Cliente Procesos
Internos Aprendizaje
y Crecimiento |
Fuente: VOELKER, K.E.; RAKICH, J.S. y FRENCH, R. (2001) y
elaboración propia
Como
puede observarse en la tabla anterior, estas evidencias ponen de manifiesto que,
aún siguiendo la filosofía del modelo conceptual del CMI, existe una gran
diversidad de posibilidades, en especial, en cuanto a la naturaleza de la
delimitación de las perspectivas o, cuando menos, en lo que respecta a su
denominación, estableciendo, además, diferencias en el orden de prelación. De
aquí, la dificultad de establecer una propuesta genérica para todo tipo de
entidades hospitalarias, si acaso, criterios específicos para este tipo de
organizaciones.
Partiendo
de este enfoque, y en la búsqueda de una estructura piramidal referencial para
las entidades sanitarias, coincidimos con el planteamiento de VOELKER, RAKICH Y
FRENCH, en que debe ser la misión de
la organización la que debe consolidarse como referente fundamental para
articular el desglose de las perspectivas. En esta línea argumental, entendemos
que todas las iniciativas adoptadas por una entidad sanitaria deben redundar en
beneficio de los distintos Grupos de Interés que conforman la Perspectiva de
los Stakeholders, independientemente de la naturaleza, lucrativa o no, del
hospital.
No
pretendemos hacernos eco del tópico popular de que “la salud no tiene
precio”, sino destacar la importancia que tiene la salud de la población en
el desarrollo en términos de sostenibilidad, es decir, el considerado bajo la
triple vertiente social, económica y medioambiental. Así pues, dada la
trascendencia inherente al producto
sanitario, en nuestra opinión, también en los hospitales lucrativos ha de
primar la satisfacción del paciente, personal médico y entidades de seguro médico,
condicionado, lógicamente, a los requerimientos financieros de los propietarios
e inversores. Así nuestra propuesta se puede sintetizar en el esquema de la
Figura 5. Como se puede comprobar, en nuestra propuesta, en cuanto al número
y naturaleza de las perspectivas, se han considerado cinco que son las
siguientes: a) Stakeholders; b) Financiera; c) Procesos Internos; d)
Crecimiento; e) Aprendizaje, en este mismo orden
de prelación, en el que se contempla la importancia del Aprendizaje como
base de la estructura piramidal, e incluso, como elemento sustancial en el
sistema socioeconómico general al repercutir sus efectos no sólo en la propia
entidad, sino en la sociedad en general, al realizar este tipo de entidades, en
numerosas ocasiones, actividades docentes esenciales.
Figura
5
5. CONCLUSIÓN
Una
de las críticas que se plantean en relación con el CMI hace referencia a las
herencias que ha recibido del tradicional CM dado que el primero se desarrolla
bajo la perspectiva del segundo. En opinión de BLÁZQUEZ [2000], el CMI, al
igual que el CM, propone un conjunto de indicadores permanentes y rígidos que
le restan flexibilidad y capacidad de adaptación en el análisis de la gestión.
Además, señala que el hecho de establecer cuatro perspectivas como elementos
clave en la implantación del CMI es arbitraria y que “esconde detrás de
ellas una forma específica de ver las cosas que puede inducir a errores de análisis”
y, añade que el considerar una “correspondencia formalmente armónica que
se desprende de cada uno de ellos (se refiere el autor a las cuatro
perspectivas) al establecer las acciones que van permitiendo conformar el todo
y sus partes en una armonía que es propia de la Teoría de los Sistemas, pero
que muy lejos está, de ser cierta cuando se trata de comprender la organización
en su contexto”.
Esta
es, precisamente, la cuestión que nosotros pretendíamos abordar en este
trabajo, en el que dejamos abierta la posibilidad de debatir sobre la
capacidad del CMI para adaptarse a distintos sectores y naturaleza de
organizaciones dispares. En este sentido, entendemos que la rigidez que
algunos observan en el CMI se supera con la adaptación de las perspectivas
consideradas en su diseño a la naturaleza de las organizaciones y a la
estrategia perseguida, siendo el proceso de retroalimentación el que permitirá
actualizar el propio modelo a las necesidades del entorno. En el caso de las
entidades sanitarias, parece que resulta esencial una adaptación del CMI a
los intereses fundamentales de organizaciones orientadas al paciente, es
decir, en este tipo de organizaciones se considera que todos los esfuerzos
deben redundar en la atención y el servicio que se presta al paciente. A su
vez, esto se traduce en el ámbito de gestión, en disponer de una herramienta
que dirija la atención de los miembros de la organización hacia este
objetivo. El CMI en este tipo de organizaciones debe priorizar la razón de
ser de estas organizaciones, es decir, su Misión, y establecer un modelo de
relaciones causa-efecto, que sea coherente con esta filosofía.
En
resumen, en primer lugar, y en términos generales, entendemos que el CMI
puede constituir un adecuado sistema de gestión estratégico, flexible para
todo tipo de entidades y que su adaptación a la naturaleza y estrategia de
las organizaciones no altera la filosofía del modelo. Sin embargo, las
debilidades del mismo, probablemente se derivan –como señalan BUTLER, LETZA
Y NEALE, en un trabajo realizado en 1997 en el que exponen el proceso de
implantación del CMI en Rexam Custom Europe- de que se trata de un modelo genérico
que no tiene porque ser aplicable en su totalidad.
En
segundo lugar, existen unas diferencias claras entre el CM tradicional y el
CMI que son, naturalmente, las que marcan la propia evolución del uno hacia
el otro. El cuadro de mando tradicional esencialmente es, o puede ser, una
herramienta de ayuda en un sistema estratégico cualquiera, sin embargo, el
Cuadro de Mando Integral es un sistema estratégico en sí mismo, con un
enfoque integrador.
Y,
por último, creemos que la prelación propuesta en la delimitación de
perspectivas de VOELKER, RAKICH Y FRENCH para entidades no lucrativas y, en
particular, para hospitales, se puede utilizar con un carácter generalista
para todo tipo de hospitales, al margen de que la titularidad sea pública o
privada, pero con un mayor detalle en cuanto al número de perspectivas sobre
la base de la del Aprendizaje y, a continuación, la del Crecimiento, como
esencialidad del proceso asistencial para confluir en la Misión.
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planning methodology”, Hospital Topics, vol. 79, nº. 3,.
CITAS
1 Conocido habitualmente, en terminología anglosajona, por Balanced Scorecard (BSC).
2 Los orígenes del Cuadro de Mando Integral se remontan al año 1990, cuando el Nolan Norton Institute patrocinó un proyecto de investigación aplicado a múltiples empresas de diferentes sectores con el objetivo de demostrar que los enfoques existentes sobre la medición de la actuación de las empresas, que dependían básicamente de las valoraciones de la contabilidad financiera, se estaban volviendo obsoletos. Sobre este tema véase KAPLAN, R.S. y NORTON, D.P. [1997, pp. 7-11].
3 En dicho estudio, se consideran empresas gacela aquellas que a) durante los años 1995 a 1997 tuvieron un crecimiento igual o superior al 15% anual b) las empresas que como mínimo duplicaron su facturación entre 1994 y 1997, aunque en algún ejercicio la facturación no aumentase al menos en un 15%, y que, en ambos casos, a) y b), facturasen más de 400 millones de pesetas en 1997 y tuviesen una rentabilidad financiera mínima del 8% en 1995, del 7% en 1996 y del 6% en 1997. La información contable de estas empresas se obtuvo de la base de datos SABE de Informa actualizada a 17 de enero de 1999 que incluía los datos de 113.095 empresas españolas. De dichas empresas se identificaron 254 que cumplían los criterios expuestos. Los resultados de esta trabajo pueden verse en HERNÁNDEZ, J.M.; AMAT, O.; FONTRODONA, J. y FONTANA, I. (1999).
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Véase, entre otros: ARTELLS
HERRERO, J.J. y otros (1994); TEMES MONTES, J.L. (1997); ELOLA SOMOZA, F.J.
(1991); MINTZBERG, H. (1979); LAMATA, F. y otros (1994); LLUCH, E., (1993);
BEITIA, J. (2001); CERVERA, S. (2002).
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Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales, en la especialidad de Contabilidad y Auditoría. Es Profesora Titular de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad Rey Juan Carlos. Ha impartido clases en Contabilidad Financiera y Contabilidad de Costes y de Gestión durante más de diez años, en diferentes titulaciones. Sus líneas de investigación se centran en el área de Contabilidad de Gestión y Sistemas de Control Interno, especialmente, en el sector sanitario, y se han materializado en diversas publicaciones y artículos, colaboraciones e intervenciones en seminarios, jornadas y congresos. Ha organizado e impartido diversos cursos de gestión en la Escuela Nacional de Salud.
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Licenciada y Doctora en Ciencias Económicas
y Empresariales. Es Profesora Titular de Economía Financiera y
Contabilidad en la Universidad Complutense de Madrid, y directora del
Departamento de Economía Financiera y Contabilidad II (Contabilidad) de
esta universidad. Es Auditor-Censor Jurado de Cuentas. Sus líneas de
investigación se centran en el área del Análisis de Estados
Financieros, Sistemas de información contable y control de gestión,
Contabilidad y Auditoría, y en el área de la Historia de la Contabilidad
y se han materializado en diversas publicaciones, artículos,
colaboraciones e intervenciones en seminarios, jornadas y congresos, así
como en la dirección y participación en Proyectos de Investigación y
Proyectos de Innovación Educativa. Es miembro del Consejo editorial de la
recientemente creada De Computis.
Revista española de Historia de la Contabilidad” y de las
Comisiones de Historia de la Contabilidad, y de Responsabilidad
Corporativa” de AECA. |