España

V. ARTÍCULOS DIVERSOS SOBRE CONTABILIDAD DE GESTIÓN

Indice

 

 

 

LA  APUESTA  ESTRATEGICA  DE  LA GESTION  CONTABLE  MEDIOAMBIENTAL

 

Jesús Lizcano Alvarez

(Diario Cinco Días: 29 de Junio de 1995)

 

 

            Hoy día el término "integral" como característica o atributo de la gestión en las empresas, ha dejado de ser una expresión grandilo­cuente y meramente esnob, para pasar a constituir un objetivo o realidad insoslayable en el devenir cotidiano de dicha gestión empresarial. Como decía hace poco un empresario en cierto foro, las empresas no pueden actualmente distraerse de nada, y han de estar pendientes, por tanto, de todas las facetas o vectores que componen el marco de la actividad empresarial, incluido el vector medioam­bien­tal.

 

            Cada vez es más importante lograr un adecuado nivel de equili­brio de la empresa respecto a su entorno, y este análisis trasciende cada vez más del ámbito puramente mercantil o económi­co, teniéndose en cuenta asimismo factores tan diversos como los naturales, sociales, biológicos, éticos, físicos, etc. en esa interacción de la empresa con el hábitat socioeconómi­co en el que actúa.

 

            Aunque es muy frecuente considera­r el entorno medioambiental inclu­yendo únicamen­te los aspectos relacionados con la contamina­ción, el análisis medioambiental puede y debe considerarse desde una perspectiva mucho más completa, pudiéndose desarrollar realmente hasta donde se desee, tanto a nivel extensivo (número de áreas a analizar) como a nivel intensivo (grado de detalle o resolución del análisis).

 

            Lo más interesante, a nuestro juicio, en este tipo de análisis es que el investigador tiene plena libertad para fijar el perímetro o alcance del modelo en el que se piensa mover; además, al tratarse de un terreno poco explorado, y exento en todo caso de pautas concretas de normalización, se encuentra con total libertad de navegación en la búsqueda permanente de ese norte que se sitúa allende los mares del conoci­miento.

 

            Pues bien (y volvemos a tierra), en el primer artículo de esta serie de colaboraciones, visualizábamos la Contabilidad de gestión como una radiografía interna de la empresa, que permite describir el estado de la misma y justificar aquellos síntomas que presenta de cara al exterior, y que se materializan en las magnitudes que a través de la contabilidad financiera se integran en las Cuentas Anuales de la empresa. Al igual que el cuerpo humano presenta en su interior distintos sistemas que hay que controlar y vigilar permanen­temente -o al menos de forma periódica- tales como el sistema respiratorio, el digestivo, el sistema nervioso, etc., también en la empresa hay que evaluar permanentemen­te, y a nivel integral  -volvemos de nuevo a la palabreja con la que hemos iniciado el artículo- todas las dimensiones de su actividad, entre las que se encuentra -con niveles crecientes de protagonismo- el sistema de actuación medioambiental.

 

            Pues bien, la Contabilidad de gestión adquiere en este contexto especial relevancia, sobre todo si tenemos en cuenta que la mejor forma de apreciar la dimensión medioambien­tal de la empresa pasa por un adecuado y consistente sistema de medición y evaluación de todas aquellas variables de esta naturaleza que se considere oportuno analizar; y ello, con la versatilidad que caracteriza a la Contabilidad de Gestión, dado que se trata de una disciplina contable que no está sometida a las normas legales, ni fiscales ni mercantiles, y que en estos últimos años se ha venido liberando sustancialmente de pautas consuetudina­rias; esta disciplina no tiene obstáculos, por tanto, ni en el fondo ni en la forma, esto es, ni en lo relativo a contenidos, ni en cuanto a herramientas formales (merced a los avances en los sistemas de información), para adoptar aquellos sistemas y modelos que se adecúen más eficazmente a las necesidades de las empresas en relación con cualquiera de sus facetas, entre las que se encuentra la citada dimensión medioam­biental.

 

            Es por ello que en un futuro cercano la mayor parte de las empresas van a poder contar con modelos y herramientas realmente simples y eficaces, y práctica­mente a su medida, para poder evaluar todos aquellos elementos que estimen oportuno, en lo relativo, tanto a su situación, como a su actuación medioambiental.

 

            Aparte de otros esfuerzos que se puedan estar realizando a nivel internacio­nal en este terreno, hemos de hacer obligada referencia, dentro del contexto eminentemente nacional, al trabajo que, desde hace más de dos años se encuentra realizando la Comisión de Contabili­dad de Gestión de AECA, en aras de ofrecer a la generalidad de las empresas una herramienta metodológica que permita evaluar, de forma sencilla y flexible, y a un nivel tanto estático como dinámico, su dimensión medioam­biental. El camino, en todo caso, no es fácil, como lo muestra el largo período que nos está ocupando la gestación de este futuro Documento, que probablemente será el nº 13 de la Serie (el último públicado ha sido el nº 11: "Costes de Calidad").

 

            La Contabilidad de Gestión medioambiental, como todas las ramas de la contabilidad, pasa por ser un sistema de información basado en la cuantificación y valoración de una serie de hechos, circunstancias u operacio­nes, así como el reflejo de la situación de una unidad económica, siempre en concomitan­cia y de forma consecuente con dichos hechos; ahora bien, en este caso nos encontramos con el desafío de formular y desarrollar dicha metodolo­gía en clave medioam­biental.

 

            Es conveniente señalar en este contexto, que la medición y cuantificación no tiene que realizarse necesariamente en términos monetarios; aunque la monetarización de las magnitudes frecuentemente puede clarificar y hacer entender mejor las cosas al usuario de la información, en muchos casos no son útiles las magnitudes monetarias, ya que pueden introducir factores de subjetivismo e inestabilidad en los cálculos, y generar además ruido en la informa­ción, dando lugar a distorsiones que restan validez a la misma.

 

            Es por ello que en la Contabilidad de gestión medioambiental puede ser mucho más interesante, al medir algunos aspectos y evaluar ciertas parcelas de la gestión empresarial, la utilización de variables no monetarias, esto es, variables directas, bien físicas, bien evolutivas, porcentuales, relativizadas, etc. sin que se tenga que pasar, por tanto, por una valoración monetaria; son opciones éstas que se van a proponer en el citado modelo en gestación, y que se basan en una concepción tan amplia y flexible de la Contabili­dad de Gestión como la que se recoge en la Figura adjunta, en la que se puede apreciar una entrada y procesa­miento de muy diversos tipos de datos o inputs (físicos, monetarios, etc), que permite la generación de un conjunto de outputs de muy distinta naturaleza y objetivos.

 

            Si la empresa, en resumen, es capaz de obtener una información fina y en tiempo real de su vertiente medioambiental, tanto interna como externa, contará sin duda con un factor estratégico de competitivi­dad, tanto a nivel de sus costes medioambientales, como a nivel de riesgos en este terreno, así como en relación con la calidad y la imagen -y por tanto, demanda- de sus productos, lo cual vendrá a justificar y compensar sobradamente el esfuerzo que pueda suponer -al menos en los inicios- el que los directivos de las empresas pasen de verdad a gestionarlas en clave medioambiental, esto es, poniéndose unas gafas de dimensión medioambien­tal, que permita reorientar así el norte en la brújula de sus objetivos, y con ello una navegación más a favor de los vientos de la mejora competitiva y de la excelencia continua.

 

Costes ecológicos y costes medioambientales

 

            Dentro del objetivo general de conocer adecuadamente y racionalizar los costes en las empresas, adquieren una especial significación estos costes inherentes a su dimensión medioambiental. El horizonte que puede alcanzar la información medioambiental dependerá de la voluntad, fines y posibilidades de cada organización empresarial, y por lo tanto el elenco de costes medioambienta­les a considerar puede variar en gran medida.

 

            En todo caso, y suponiendo que la empresa desee un cierto grado de detalle en su tipología de costes, se puede trazar una primera dicotomía clasificatoria, distinguien­do, por un lado, los costes ecológicos, y por otro, los costes medioambientales. A grandes rasgos, se puede afirmar que el primer grupo, el de los costes ecológicos, estará integrado por todos aquellos costes relacionados con la prevención en el terreno medioam­biental, esto es, aquellos incurridos por la empresa para tratar de atajar y prevenir los efectos nocivos medioambientales de sus actuaciones, tanto industriales, como de distribu­ción, administra­ción, aprovisionamiento, etc.

 

            Dentro de este grupo de costes ecológicos se incluirán asimismo todos los relaciona­dos con actividades de medición, auditoría, control, etc. de los aspectos medioambientales de la empresa.

 

            Por su parte, los costes medioambientales tienen, en principio, una connotación algo más negativa, en cuanto que se derivan de una afectación o daño cierto al medioambiente por parte de la empresa. Se trata, concretamente, de aquellos costes relacionados, por una parte, con las actuaciones de reducción de los efectos nocivos que está originando la empresa en el mediaombiente, así como, por otra parte, de los costes derivados de las actuaciones de reparación, compensación o reposición de los daños medioambientales originados por la empresa.

 

            Dentro de este último grupo de costes se encontraría la valoración de los propios daños medioambientales causados por la empresa a la sociedad, esto es, los costes claramente externalizados por la misma, y que en la mayoría de los casos son muy difíciles de medir, bien sea en términos reales o bien en términos de oportunidad.

 

            En cualquier caso, siempre será positivo para la empresa, y necesario en todo caso para la sociedad, un adecuado conocimiento de todo este abanico de costes relacionados con el medioambiente, en primer lugar, para la propia empresa, de cara a su posible control y racionalización -y consiguiente mejora de su competitividad-, y en segundo y principal lugar, para la sociedad en su conjunto, que verá así reducidas en alguna medida las dificultades para encontrar el camino óptimo -o al menos uno mínimamente adecuado- en su tránsito hacia ese desarrollo realmente sostenible a largo plazo que todos deseamos.