España

V. ARTÍCULOS DIVERSOS SOBRE CONTABILIDAD DE GESTIÓN

Indice

 

 

 

LA  NECESIDAD  DE  PRODUCIR  MAS  Y  MEJOR

 

Jesús Lizcano Alvarez

(Diario El País: 30 de Abril de 1993)

 

 

            La economía española presenta actualmente como indicador más espectacular -por lo negativo- el nivel de desempleo existente, con esa cifra sicológicamente nefasta de tres millones de parados. Al margen de otras variables que pueden incidir en esta situación, como son el estado de la economía internacional y las turbulencias monetarias -y políticas- de allende nuestras fronteras, algunas de las causas más importantes -y por lo tanto los remedios- habrían de buscarse en nuestro sistema productivo de bienes y servicios, cuyo nivel de competitividad actual es manifiestamente mejorable.

 

            Hay un hecho incuestionable: lo que se produce en España por habitante es sensiblemente inferior a lo que se produce  en nuestro entorno más inmediato, esto es, Europa; así, el Producto Interior Bruto por habitante alcanza en España solamente el 79% de lo que por término medio se produce en los doce países comunitarios. Hay que mejorar mucho, por lo tanto, en nuestra actividad productiva. ¿Cómo se consigue ello? La respuesta es tan simple como difícil de instrumentar: producir más y producir mejor. Si lo conseguimos seremos más competitivos.

 

            Una forma directa de lograr que los productos que fabrican las empresas españolas sean competitivos será que lo sean sus precios, y para ello ha de lograrse necesariamente un incremento de una variable fundamental:  la  productividad. Pero  ¿qué  es  eso  de la  productividad?: la  productividad  no  es  otra  cosa -técnicamente hablando- que la relación entre la cantidad de productos (outputs) que genera una empresa y la serie de recursos o factores productivos (inputs) que utiliza para ello. La importancia de aumentar este índice (outputs/inputs) es verdaderamente capital para las empresas, y del nivel alcanzado respecto a esta magnitud dependerá en buena medida la competitividad que se alcance -a nivel agregado- por el sistema productivo nacional.

 

            Productividad empresarial y reduccion de costes

 

            El camino fundamental para aumentar la productividad no es otro que el de la reducción de los costes empresariales, ahora bien, no necesariamente a nivel global o absoluto, sino en términos relativos, esto es, se trata de reducir los costes consumidos (inputs) por cada unidad de producto (output) generada.

 

            Ahora bien ¿qué costes se pueden reducir?. Veamos la situación: Por una parte, el coste de aquellos bienes o servicios que las empresas compren en el mercado ya les viene dado, por lo que en principio no pueden hacer mucho al respecto.

 

            En relación con los servicios externamente adquiridos, viene al caso recordar que este tipo de costes viene creciendo en estos últimos años de forma bastante más acentuada que la de los propios bienes, siendo éste sin duda el componente que más ha hecho crecer el índice global de inflación, no solo directamente -ya que estos servicios forman parte de dicho índice- sino asimismo de forma indirecta, a través del aumento de los costes -y por lo tanto del precio- de los productos vendidos por las empresas.

 

            Si en este tipo de operaciones económicas se estuviera en régimen de abierta competencia no tendríamos nada que decir al respecto, pero esta circunstancia no se da todavía en un buen número de servicios, cuyos precios están "protegidos", bien por regímenes monopolísticos u oligopolísticos, bien a través de asociaciones o colegios profesionales, etc, manteniendo unos precios -y por lo tanto costes para las empresas- artificialmente altos en relación con los que existirían en régimen de abierta competencia; se trata de servicios como, por ejemplo, los suministros de energía eléctrica, los transportes, las telecomunicaciones, y un cierto abanico de servicios profesionales con tarifas mediatizadas. Si el Tribunal de Defensa de la Competencia logra realizar eficazmente la tarea de inducir una bajada de estos precios a través de la apertura de la competencia, se habrá logrado -además de converger en ese sentido hacia la situación imperante en Europa- una vía para incrementar la productividad empresarial a través de la reducción de dichos costes.

 

            El problema de los costes de personal

 

            Si las empresas en principio no pueden, por lo tanto, reducir los costes de los bienes y servicios que adquieren en el mercado, no les queda otra solución que actuar sobre los costes "internos", es decir, aquellos que integran su propio "valor añadido". Es importante señalar en relación con esta magnitud que la empresa española destaca respecto a Europa en una partida concreta: los costes de personal. Así, en el año 1991 estos costes suponían en la empresa industrial española aproximadamente el 75% del valor añadido por la misma ([1]), alrededor de 10 puntos porcentuales por encima de las empresas de la mayoría de los países de la CEE; es éste, sin duda, un dato significativo.

 

            El problema fundamental a este respecto radica en que el nivel de crecimiento anual experimentado durante los últimos años por estos inputs no ha venido acompañado de un correlativo incremento de los outputs, lo cual ha hecho descender la productividad, con ello el margen operativo de las empresas, y en definitiva los dos componentes sustanciales de su cash-flow: las amortizaciones (las cuales se habrán tenido que reducir en muchos casos) y los beneficios. Una consecuencia de este hecho han sido los numerosos despidos (o no renovación de contratos) habidos, única vía (o, en todo caso, de las más automáticas) que les ha quedado a muchas empresas para reducir inputs (costes de personal) y así poder mantener el "barco" empresarial a flote, al menos durante un tiempo.

 

            "Autobus caribeño" y desempleo

 

            Aunque no sea la única causa, no cabe duda que el crecimiento excesivo (y poco realista a largo plazo) del importe de estos costes, ha originado un efecto reductor de las plantillas empresariales. Nos vamos a permitir a estos efectos recuperar el recuerdo de una experiencia vivida no hace muchos años en un país caribeño (mejor no decir el nombre). En no pocas ocasiones pudimos ver allí una especie de "camión-autobús" que transportaba a multitud de personas, que lo llenaban a rebosar, hasta el punto de que un buen número de ellas iban literalmente colgadas, con una sola mano, de cualquier protuberancia de la carrocería del camión (incluso algunos niños iban "colgados" únicamente de otras personas). Tal como iba el camión no podía circular lógicamente muy deprisa, y aun yendo despacio pudimos apreciar que, al tomar alguna curva o algún bache, irremediablemente se descolgaba y caía alguna persona (afortunadamente la altura de caída era prácticamente nula). Pues bien, estamos seguros que si el mencionado "autobús" hubiera acelerado la marcha, -aunque ello hubiera beneficiado a la mayor parte de las personas que iban en él- hubieran ido quedando descolgadas algunas personas, en mayor número cuanto mayor hubiera sido la velocidad alcanzada.

 

            En relación con la situación actual de nuestros sistema productivo, pensamos -trazando un símil con la citada experiencia- que podría ser beneficioso en este momento no acelerar en exceso la velocidad de crecimiento de los salarios para evitar en lo posible que queden "descolgados" muchos trabajadores de ese "camión" que traslada a nuestra población activa.

           

            Hacia una variabilizacion de los costes

 

            Creemos por otra parte, que la aportación de este artículo sería escasa si no intentáramos hacer alguna propuesta dirigida a poder incrementar los niveles de productivi­dad de las empresas. Una de las alternativas que pensamos puede ser más viable en el corto plazo es una VARIABILIZACION DE LOS COSTES empresariales, y sobre todo, de aquellos que hemos señalado como más significativos en el valor añadido por la empresa: los costes de personal.

 

            La variabilización no es otra cosa que convertir en variables unos costes que de otra forma quedarían como fijos para la empresa; se trata, en definitiva, de correlacionar en la medida de lo posible los costes (esto es, los inputs) con los outputs, de tal forma que se condicione el incremento de aquellos a un incremento (igual o mayor) de éstos. Con ello se podría conseguir en primer término mantener, e incluso incrementar, los márgenes operativos de las empresas, sin ser ello obstáculo para poder aumentar (siempre que lo hagan los outputs producidos) las retribuciones de los trabajadores.

 

            Los costes fijos, aunque sean necesarios en muchos casos, no dejan de ser un lastre para la actividad económica de las empresas, que puede fluctuar sensiblemente en una economía de mercado. Lo que se consigue variabilizando costes, es que, en el caso de que la empresa expanda su actividad (sus outputs), el efecto positivo puede ser mayor, tanto para la empresa como para sus distintos estamentos, mientras que en el caso de restricción o caída de la actividad, al ser menores las cargas fijas, el efecto "desastre" puede mitigarse en cierta medida.

 

            La realidad actual nos muestra que los empresarios, al disminuir las ventas y por lo tanto la producción (los outputs) se están viendo forzados a aplicar una perniciosa reducción de unos inputs (costes de personal) que son "variables" en el sentido de que se puede prescindir de ellos simplemente no renovando los contratos laborales. Esta eliminación -que no variabilización- de costes, resulta claramente perjudicial para todos los sujetos implicados, ya que perjudica, primero, a los trabajadores salientes, segundo, al empresario, ya que ha de desembolsar unos costes -bastantes elevados en algunos casos- en un momento de escasez de recursos y de liquidez, perjudicando asimismo, en fin, al sistema económico en su conjunto, ya que dichos trabajadores pasan a engrosar las cifras de la población "pasiva", cuya financiación representa unos costes fijos asfixiantes para el presupuesto público.

 

            Formas y ventajas de la variabilizacion

 

            La aplicación progresiva y generalizada de una variabilización de los costes del personal, tal como se hace en otros muchos países (y ya se va implementando en numerosas empresas españolas), aparte de poder fomentar una cierta comunidad de intereses dentro de las organizaciones, vendría a minorar, en definitiva, el nivel de lastres y rigideces existente en numerosas empresas; y ello de forma más acorde con una economía abierta, flexible y fluctuante.

 

            No vamos a enunciar aquí las diversas vías de implantar esa variabilización, ya que existen muchas fórmulas para vincular un cierto nivel de retribuciones a los outputs conseguidos (a nivel individual, o colectivo, etc.), sin olvidar, por otra parte, la posible retribución mediante la entrega de acciones o de una parte de la propiedad a los trabajado­res, modalidad que está relativamente extendida en algunos países anglosajones.

 

            En el proceso de implantación efectiva de la variabilización se debería tratar, además, de hacer los cálculos y realizar las negociaciones de la forma más clara y transparente posible. Además, creemos que sería un error "colectivizar" las negociaciones y buscar fórmulas generales para todo tipo de empresas, ya que cada empresa es un mundo aparte (en cuanto al sector, el tamaño, la estructura, etc.) y se pueden buscar fórmulas mucho más beneficiosas si se hacen las negociaciones a la medida de cada caso. Las colectivizaciones siempre crean ventajas para unos, desventajas para otros, y en definitiva ineficiencias y rémoras para el sistema económico en su conjunto.

 

            La senda de la variabilización de las retribuciones del personal haría necesaria, por otra parte, una modificación o enriquecimiento de la labor de las centrales sindicales, que podrían dedicar alguna parte de sus cuadros técnicos a funciones diferentes a las tradicionalmente "laboralistas" (dirigidas por lo general a desarrollar las necesarias tareas de evitar los despidos, defender a los trabajadores en los conflictos, reducir la jornada de trabajo, etc.) ejerciendo asimismo unas tareas en cierta medida más economicistas, menos jurídicas, e incluso más agresivas, tendentes a buscar la forma en que los trabajadores puedan obtener un mayor nivel de motivación en las empresas, un mayor aprovechamiento -y retribución- de su tiempo de presencia, aireando las ineficiencias en la gestión empresarial y apoyando las mejoras técnicas, presionando para la automatización y comodidad en el desempeño de los puestos de trabajo, buscando fórmulas de reclasificación y promoción de los trabajadores, etc. Se trataría de asumir nuevas funciones (junto a las ya tradicionales de carácter "defensivo" o de control) con un claro carácter "impulsor" del nivel de bienestar económico y social de los trabajadores.

 

            Los comentarios, en fin, que hemos expresado en las líneas anteriores, no hacen sino poner de manifiesto la clara necesidad de incidir en la política microeconómica, potencián­dose así, en definitiva, la economía real. Considerando metafóricamente como un automóvil el sistema económico nacional, pensamos que no serviría de mucho hacer florituras con el volante (medidas macroeconómicas), si no se lleva en buenas condiciones el motor (sistema productivo) que es el que en definitiva lo impulsa.

 



    [1] Datos de la Central de Balances del Banco de España.